La Revista

"Volvería a ser niño, pero con los conocimientos actuales"

El coordinador de las Urgencias Infantiles de La Paz está suscrito a Netflix para ver ‘Black Mirror’

Santos García, coordinador del Servicio de Urgencias Infantiles del Hospital Universitario La Paz de Madrid.

27 ene 2018. 19.30H
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POR SANDRA MELGAREJO
Miguel Fernández de Vega
En activo desde 1977, Santos García acaba de poner en marcha las instalaciones más modernas del Hospital Universitario La Paz de Madrid: las nuevas Urgencias Infantiles. Renunció a preparar su retirada desde un sitio cómodo y asumió la coordinación de este servicio con la idea de que dejara de parecer un escenario de Cuéntame. Tras 41 años de ejercicio, afirma que la Medicina, una profesión “difícil y vocacional”, merece la pena: “Nunca me he arrepentido, es una satisfacción importante ver que las cosas, a veces, salen bien”.

Tiene 41 años de experiencia. Le propongo un reto: resuma su currículum en un tuit (280 caracteres).

Nací en Madrid, estudié en la Universidad Complutense, inicié en La Paz mi carrera como profesional, primero en Pediatría y después en Cuidados Intensivos, donde he estado unos 30 años. Fuimos pioneros en el manejo de los trasplantes, en cirugía cardiovascular y abrimos una de las primeras UVI pediátricas de España. También he sido profesor asociado de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid y, a partir del año 1999, me encargaron renovar la Urgencia Pediátrica.

Se ha pasado, ¿es usuario de redes sociales?

Poco, lo imprescindible para comunicarme con la gente que quiero. Mi opinión es que las redes sociales tienen bastantes riesgos. De manera profesional puede que no, pero a nivel personal pueden acarrear más problemas que beneficios. Creo que el uso del big data que se está haciendo en las redes sociales, sin ningún tipo de contraste ético, es muy perjudicial para el ciudadano, sinceramente. Es como dejar la puerta de casa abierta y que vean lo que haces sin que puedas controlarlo.

Pero el big data, bien utilizado, es muy aprovechable en Medicina.

Sí, pero cuando se utiliza sin control ético ni legal para explorar lo que los ciudadanos hacen o piensan e influir en sus decisiones, es un poquito preocupante. La manipulación vía internet en diversas situaciones sociales y políticas se presta a utilizaciones un poco turbias.

¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?

No, en muchos aspectos fue peor, sin ninguna duda. No hay más que remontarse a 50 años atrás en España para darse cuenta de que hoy vivimos mucho mejor. Pero, claro, los progresos que se hacen pueden ser para mejor o para peor, dependiendo de cómo se utilicen. Por ejemplo, un cuchillo puede ser una herramienta para comer o un arma.
EL PAISAJE DE LA SANIDAD ESPAÑOLA
A Santos García le gustan los espacios abiertos, el campo, los árboles, los perfiles de la Sierra de Guadarrama… y pinta paisajes al óleo. Así que, como paisajista experimentado, le hemos pedido que describa el panorama de la Sanidad española, ¿es un bosque inhóspito o una pradera verde y hermosa? “Creo que ha tenido un desarrollo magnífico y hemos conseguido una sanidad que muchos países envidian. Ya hay un bosque estructurado, con una preciosa vista, pero requiere cuidados. No hay nada que se mantenga indefinidamente en el tiempo sin sufrir deterioro y es necesaria una gestión adecuada de los recursos. El bosque ha crecido muy  bien, pero hay que tratar de mantenerlo porque corre el riesgo de incendiarse o de venirse abajo por la sequía”.

Usted es un veterano, ¿de qué cree que adolecen los médicos jóvenes?

Están más anclados a la tecnología y, quizá, han perdido un poco el valor de la clínica clásica, donde es importante la observación y la formación fisiopatológica.

¿Y cuáles son los defectos de los médicos mayores?

Pues todo lo contrario: darle un peso excesivo a la práctica clásica canónica frente a las innovaciones tecnológicas, que aportan mucho y que no deben de infravalorarse. Los avances son un patrimonio increíble del médico, pero a los mayores a veces les cuesta trabajo incorporarlos.

¿Qué siente al estrenar unas instalaciones como las nuevas Urgencias Infantiles del Hospital La Paz?

Mucha satisfacción porque es una iniciativa largamente trabajada, que ha costado mucho esfuerzo y bastantes años. ¡Ya era hora! Teníamos una Urgencia anticuada que no se había tocado desde el año 1977, más o menos, y estas nuevas instalaciones son lo que el hospital y sus pacientes se merecen. 

De hecho, usted comentó en alguna ocasión que en las antiguas Urgencias podría rodarse la serie Cuéntame.

Efectivamente. Cuando se discutía si la obra de la Urgencia era necesaria o no, un día dije a la Gerencia: “Si queréis rodamos aquí varios capítulos de Cuéntame porque no hay que cambiar nada, está todo como en el año 77”. Fue una imagen gráfica de lo que les estaba intentando transmitir: que la Urgencia necesitaba una renovación sustancial de arriba a abajo, no cuatro manos de pintura. Eso hizo que lo comprendieran.

Santos García, en las nuevas Urgencias Infantiles de La Paz.

Por cierto, ¿le gusta ver series?

He visto alguna que me ha impactado realmente. Veo de vez en cuando la televisión, como todo el mundo, incluso estoy suscrito a Netflix… No puedo decir que no me gusten (ríe). 

¿Nos recomienda alguna?

Me gusta mucho Breaking Bad, me pareció muy impactante, con un guión espléndido. Y Black Mirror me llama la atención, es una especie de ventana abierta al futuro y a los problemas éticos y morales que plantean situaciones como el uso de las redes sociales. Me parece una crítica muy aguda de lo que se está convirtiendo nuestra sociedad.

¿Cuál ha sido la mejor época de su vida?

La mejor época es la que se vive en el momento actual. El pasado, pasado está y lo que viene por delante es lo que importa. Las lecturas que se hacen del pasado no son asépticas, evolucionan en nuestra cabeza continuamente, y es reinterpretado cada vez que lo recordamos. A veces, incluso, el paso de los años cambia el sentido de lo que ocurrió. Considero que hablar del pasado como una estructura estática no tiene mucho sentido.

¿Cómo fue su infancia?

Buena, no puedo quejarme, la recuerdo como bastante agradable. Transcurrió en Madrid, que entonces era una ciudad más pequeña y menos despersonalizada, la gente se conocía más. Vivía en Argüelles y jugaba mucho con todos los niños. Todo era más fácil.

¿Volvería a ser niño?

Sí, por qué no. Pero, si pudiera elegir, volvería a ser niño con los conocimientos actuales (ríe).

Si tuviera la oportunidad de encontrarse con el niño que un día fue, ¿qué le diría?

Le diría que las cosas que de niño te parecen tan importantes en realidad no lo son.  Cuando te haces mayor y las relativizas pierden intensidad. Eso tiene una parte positiva porque sufres menos, pero también tiene una parte negativa también porque lo vives de manera más alejada. Le diría: “Mira, deja de preocuparte por esto porque lo importante está en otro lado”.

¿Hay algo que le ponga especialmente nervioso en el ámbito laboral?

La desorganización. El trabajo con pacientes agudos requiere una organización bien encajada y muy engrasada. Es importantísimo que haya una labor de equipo, que no se improvise cuando llega una situación. Las cosas no ocurren por accidente, todo es previsible, aunque sea infrecuente. Lo que hay que hacer es ensayar las situaciones en los ejercicios de simulación que se hacen en Urgencias. Improvisar sobre un terreno desorganizado es la peor solución.

Y en el plano personal, ¿qué le pone de los nervios?

La mentira. Y el ir dejando cosas atrasadas, la procrastinación, la desidia, la falta de implicación.

Las nuevas Urgencias Infantiles favorecen que los pacientes y sus familiares se encuentren protegidos. ¿En qué ámbitos se siente usted así?

No me siento desprotegido en ningún ámbito… Pero me gustan los ambientes abiertos, los bosques, la Sierra de Madrid.

EN CORTo
Un libro favorito
El mundo de ayer, de Stefan Zweig.
 
Una película
Blade Runner, de Ridley Scott.
 
Una canción
Take this waltz, de Leonard Cohen.
 
Una ciudad para vivir
Madrid.
 
Una ciudad para viajar
Oviedo.
 
Un objeto imprescindible
Un libro.

Un personaje de su vida
Mi padre.

Un personaje histórico
Charles Darwin.
 
Un equipo de fútbol
No me interesa el fútbol.
 
Un lema vital
No te des por vencido.
 
¿Qué le hace feliz?
Que la gente que me importa sea feliz con lo que hace.
La decoración de las instalaciones está basada en la naturaleza, ¿le han dejado opinar?

Sí, me han dejado opinar casi de todo (ríe).

¿Qué temática le gusta a usted para relajarse?

Me gusta pintar y salgo bastante al campo con un grupo de amigos a pintar paisajes, fundamentalmente al óleo, pero también con acuarela. Después los comentamos y hacemos una pequeña crítica cada uno, es divertido.

¿Tiene un estilo pictórico definido?

Toda la pintura es una interpretación. Trato de transmitir alguna sensación personal o lo que el paisaje me sugiere. Es un estilo personal que se nutre de diversas influencias, no cabe duda, pero no trato de pintar como Cézanne o Monet, ni nada de eso.

¿Quiénes son sus pintores favoritos?

Me gustan Anselm Kiefer, Mark Rothko, los impresionistas italianos del movimiento Macchiaioli, Pierre Bonnard… En general, me gusta más la pintura abstracta que la figurativa, aunque  en esta última hay unos referentes magníficos en España, como Antonio López. Pero me identifico más con la pintura abstracta, me resulta más libre.

¿Dónde hay cuadros suyos?

En mi casa hay varios, por supuesto. Y en casa de mis amigos, también. He vendido alguno, pero no me dedico profesionalmente a eso. Hace unos años, los médicos del hospital hacíamos exposiciones de nuestras pinturas y fotografías en diciembre.

¿Por qué hay muchos médicos a los que les gusta el arte?

Es cierto que hay muchísimo aficionado a las artes plásticas y a la escritura. Probablemente es porque tenemos un trabajo muy visual. Estamos muy educados visualmente e, inevitablemente, eso hace que todos acaben apreciando las artes plásticas y se aficionen, ya sea pintando, como espectadores o como coleccionistas.

¿También le ha dado por la escritura?

No especialmente, aunque siempre me ha gustado.

Las instalaciones en las que estamos han costado un millón y medio de euros. ¿Qué haría usted con semejante cantidad de dinero?

Haría otras Urgencias como estas (ríe).

No, no, el dinero es para usted.

Pues no lo sé… Haría lo que cualquier persona: solucionar un poco tu vida, pasar parte del dinero a los hijos… Cosas de ese tipo, nada especial.

¿No suele darse caprichos?

Alguno… La verdad es que, por ejemplo, viajar me gusta, pero tiene bastantes inconvenientes y lo importante de los viajes es con quién viajas, más que adónde vas. Es decir, para mí, el viaje es realmente la persona que comparte contigo la experiencia. El destino puede ser interesante, pero, hoy en día, los aeropuertos, las medidas de seguridad y el overbooking hacen que, realmente, sea un poco desagradable viajar.

Da pereza.

Una de las pinturas de Santos García.

Sí. No soy de esas personas que estaría toda la vida viajando. Tengo curiosidad por conocer Australia, por ejemplo, o Nueva Zelanda, pero iría una vez y ya está, no me pasaría la vida de viaje. La vida en sí ya es un viaje.

¿Quién es su compañero de viaje perfecto?

Mi mujer.

¿También es médico?

Sí.

¿Sus hijos han heredado la vocación sanitaria?

No, uno es abogado y el otro hizo Historia, pero ahora trabaja en temas de informática.

¿Cuáles son las decisiones más importantes que ha tomado en su vida?

Quizá una de las más importantes fue abandonar los Intensivos y pasarme a la Urgencia. Había mucho trabajo por hacer y ha exigido mucha dedicación, un esfuerzo importante. La idea no era retirarme en plan cómodo, sino asumir el riesgo de coordinar un sitio incómodo, con muchos problemas, muchas tensiones y muchas necesidades, entre ellas la renovación de la estructura y todo lo que ha supuesto.

¿Qué hay que solucionar con urgencia para la infancia?

La violencia contra la infancia, desde el punto de vista del maltrato físico, el abuso sexual, las agresiones en el colegio y la violencia en el ámbito de la pareja, que les afecta directa o indirectamente. En mi opinión, esto es lo más urgente, pero no es nada fácil de atajar.

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