Le ha tocado presidir la Sociedad Española de Farmacia Familiar y Comunitaria (Sefac) en el peor momento de la botica, con recortes por todas partes y pocos asideros. Uno de ellos, el de los servicios profesionales, es el que enarbola Sefac como camino de futuro y Jesús Gómez debe haberlo hecho bien porque recientemente fue reelegido para un periodo de cuatro años más. Frente a frente, su optimismo es contagioso. Reconoce lo mucho que le pesó tener que dejar el baloncesto cuando estaba camino de la profesionalización, pero no hay arrepentimiento: la farmacia le ha dado todo lo que podía desear.
Nació en Barcelona, pero su familia procede de un pequeño pueblo murciano entre Cieza y Jumilla.
Sí, sí. Abarán, donde he pasado unos ratos maravillosos. Mis padres ya vivían en Barcelona cuando nací: mi padre emigró para ganarse la vida pero mi madre se fue porque se casó. En Navidad, Semana Santa, fiestas, verano... siempre íbamos a Murcia. Lo que me ha dado mi pueblo no se puede comparar.
De ahí me viene el respeto por la emigración. Recuerdo la mirada de mi abuelo: sus tres hijos se fueron a Barcelona, y yo era el nieto que más iba y compartía mucho con él. Esa mirada triste de cuando te vas, del que sabe que se van y no sabe cuándo sus hijos volverían… Su nieto sí, porque cada tres meses estaba allí.
¿Se considera más murciano o catalán?
Uno puede ser muchas cosas: yo me siento de Abarán, murciano. Me siento barcelonés, muy barcelonés; me siento catalán, me siento español, me siento europeo y me siento latino. No me gustaría que nadie me hiciera renunciar a lo que yo me siento, porque eso es lo que me ha enriquecido.
¿Por qué decidió estudiar Farmacia?
Por parte de mi padre tuvimos un bisabuelo que fue farmacéutico en Cuba: tenía farmacias y se las expropiaron cuando llegó Fidel Castro. Yo no lo conocí, pero sí al nieto: se fueron a vivir a Miami. Por parte de mi madre, tengo unos primos en Abarán, eran cuatro hermanos y quedaron huérfanos teniendo tres, cinco, siete, y nueve años. Se criaron en casa de mis abuelos, y son como mis hermanos. La pequeña, Isabel, el marido es farmacéutico en mi pueblo y los hijos también. Yo iba mucho a su farmacia cuando pretendía a mi prima y viví lo que se hacía en la farmacia de los pueblos, me impregnó la labor asistencial que se hacía. Basilio Ruiz Gómez, él ya hacía cribajes, analíticas…Me impactó la labor que podías hacer desde una farmacia. Siempre me ha gustado el mundo de la salud, mi hermano estaba estudiando Farmacia… Y era lo que más me tiraba cuando en mi mente sólo había lugar para la pelota de baloncesto.
A la hora de elegir, Gómez antepuso la farmacia a sus aptitudes
como jugador de baloncesto.
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¿En qué momento tuvo que tomar la decisión de elegir la Farmacia o el baloncesto?
Fue uno de los días más tristes de mi vida. Lloré porque todo aquel esfuerzo de esos nueve años… Tenía que dejarlo no porque no tuviera capacidad de seguir jugando, sino porque veía en aquel momento que era incompatible hacer las dos cosas.
Mis padres me plantearon la decisión pero me dejaron la posibilidad de que la tomara yo. Después de haber probado el estar en un equipo Segunda División, fue duro dejarlo. Pero estoy contento, en su momento hice lo que tuve que hacer.
¿Qué hizo después de dejar el baloncesto?
Monté un club de fútbol sala y baloncesto en la parroquia de mi barrio. Este club debe de tener ya treinta y pico de años, yo estuve 22 de presidente. Era en un barrio de la inmigración, pasaron muchísimos chicos, ese es el gran trofeo que me llevé, no las copas. Uno es coordinador de trasplantes en el Clínico, otro tiene un bufete de abogados en Madrid y Barcelona, otros son guardias de seguridad, otros pedagogos, gestores, economistas…Uno es farmacéutico y me dijo: "Mira, estudié Farmacia por ti", y ahí está en el ICO, en programas de Oncología en Bellvitge.
Si los profesionales sanitarios formaran un equipo de baloncesto, ¿en qué puesto jugaría el farmacéutico?
De base, por supuesto. Es el que está más cerca del público, es el que tiene que dar juego y saber cuándo a una persona la tienes que derivar al médico de Primaria. Estás en contacto con la dirección, con la administración, que es el entrenador, el que marca las pautas, y tienes que entender cuáles son las pautas y llevarlas al resto de los compañeros. Yo creo que el puesto de base es del farmacéutico comunitario.
Usted habrá vivido muchos cambios desde que hace los casi treinta años que llevas trabajando en una oficina de farmacia.
En 1989 tuve una farmacia en Santa Coloma y luego en el 1991 ya estoy donde la tengo ahora. Se han vivido muchísimos cambios y a veces se quieren hacer muchos inventos para tener resultados a corto plazo, y eso se paga.
Pero yo veo el vaso medio lleno, cada vez es más necesaria la farmacia comunitaria y todos estos cambios que se están produciendo están dejando claro que, si de algo no puedes prescindir es de la farmacia comunitaria, y la que tenemos en España es un modelo a seguir. Cambiar el modelo sería un gravísimo error.
Gómez es seguidor del RCD Espanyol, e incluso forma parte de una
singular peña llamada 'Farmapericos'.
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Le ha tocado, desde que asumió la presidencia de Sefac, vivir los años más difíciles para la farmacia. ¿Con qué ha sufrido más en este tiempo: con la situación de la farmacia en España o con la del RCD Espanyol?
Me lo pones difícil. Voy a lo profesional y luego voy al sentimiento. Primero la obligación y luego la devoción.
En lo profesional he sufrido porque las medidas han sido muy duras, injustas, no han sido medidas para hacer más eficiente el sistema sanitario. He sufrido pero he visto siempre el vaso medio lleno, con optimismo, trabajando.
Y en cuanto al Espanyol, me preguntó una vez mi hijo: ‘Papá, ¿por qué somos del Espanyol?’, como en aquel anuncio del Atlético de Madrid. Me acuerdo perfectamente porque estaba con un cabreo tremendo, habíamos perdido 0-3 con el Osasuna, no se me olvidará nunca, y yo le dije: ‘Mira hijo, hay otros equipos que necesitan ganar títulos para conseguir sus objetivos, para hacer algo’. Nosotros ya somos importantes por haber logrado, primero, sobrevivir en Cataluña algo que no sea del Barça. Me encanta la pluralidad, por eso soy del Espanyol. Es optimismo, eso pasa de padres a hijos, es un sentimiento que engancha. Todo jugador que ha venido aquí, incluso aunque haya venido del Barça, caso De la Peña o Cristóbal, acaban siendo más pericos que nadie.
¿De dónde viene la idea de los Farmapericos? Creo que es la única peña de farmacéuticos del fútbol.
La fundó Ricard Casas, un compañero socio de Sefac, y varios más, le nombro a él porque es quien me implico ahí. Somos muchos farmacéuticos pericos, está muy bien porque cuando ganas compartes con gente el éxito y cuando pierdes compartes la derrota con compañeros y te desahogas con ellos. Además, me hicieron recientemente un pequeño homenaje, me regalaron un cuadro que tengo en mi despacho. Para mí, esas son cosas que no se pueden comprar.
Como presidente de Sefac pasa viajando una gran parte del tiempo. ¿Cómo lo compatibiliza con tener una familia y llevar una farmacia?
Es bastante duro. Te tienes que privar de una serie de cosas. Supongo que, sí mi familia hablara... Pero tengo una gran familia. Sí que tienes que ajustar mucho los tiempos, yo nunca voy en el Ave leyendo un periódico o viendo una película, siempre voy con el ordenador. Una vez a mi hija le mandaron que dibujara cómo veía a sus padres, ya su padre lo dibujó con un ordenador y un teléfono móvil; aquello me impactó.
EN CORTO
Libro de cabecera
'Cuerpos y almas', de Maxence Van der Meersch.
Película favorita
'Hoosiers: más que ídolos', de David Anspaugh.
Canción favorita
'La vida sigue igual', de Julio Iglesias.
Ciudad para vivir
Barcelona.
Ciudad para viajar
Madrid.
Un objeto imprescindible
Conmigo va siempre el Evangelio.
Un personaje de tu vida
Javier Tardío, el salesiano que me metió en el baloncesto.
Personaje histórico
Louis Pasteur.
Lema vital
‘Lo difícil se consigue, lo imposible se intenta’.
Equipo de fútbol
El Espanyol.
Lo que le hace feliz
Ver que los demás a tu alrededor son felices contigo.
Como un ejecutivo.
En casa me veía así, continuamente. Cada día tengo más viajes pero, por ejemplo, ayer y antes de ayer estuve en la farmacia doce horas ininterrumpidas. Cuando estoy en la farmacia intento ajustar mucho los tiempos, mucho.
¿Sigue reconociendo a sus clientes cuando entran en la farmacia?
¡Sí! Una vez me vinieron a grabar de la televisión y me dijeron: "Nos faltan tres o cuatro pacientes, uno de este tipo y otro..." Les dije "un momento", salí a la calle y empecé a coger gente que conocía, quedaron alucinados. Soy el farmacéutico del barrio, me sé la vida y milagros de la gente: aquél ha dejado de fumar, aquél tiene tal problema, aquél toma aquella medicación...Soy un desastre para los nombres y he tirado la toalla, pero sé la situación de cada persona, eso no se me olvida.
El farmacéutico se asocia al medicamento pero de lo que más habla usted es de la gente, de lo asistencial.
Sí, de las personas. El farmacéutico es un experto en medicamentos, pero es mucho más. Para curar habrá que hacer una valoración farmacéutica, habrá que ver si lo derivo o no al médico, habrá que ver en qué situación está esa persona, porque el medicamento puede actuar mejor o peor según la situación en la que esté la persona. En los seguimientos farmacoterapéuticos te enteras de tantas cosas. Hay gente que viene para perder peso, hay quien ha venido porque se ha separado y lleva destrozado desde hace mucho, ha cambiado totalmente su fisonomía y se encuentra mal, pero se encuentra mal psicológicamente.
Aquí no vienes a por una hoja con una dieta, aquí vienes a un servicio de nutrición y a un servicio profesional farmacéutico donde vamos a abordar todos aquellos aspectos que tú tienes. Ser farmacéutico me ha permitido implicarme hasta el máximo en la salud de las personas. El medicamento es solo una parte.
¿Tiene ya a quien dejar la farmacia cuando se retire?
Pues mira, tengo tres hijos. Uno del anterior matrimonio de mi mujer pero es como mi hijo porque lo conocí con nueve años; ése tiró por el Derecho. Luego tengo a Javier, que quiere ser ingeniero industrial como su primo que vive en Miami, y a la pequeña, que estoy intentando convencer: tiene 13 años, va a hacer 14, tiene un perfil que podría ser una gran farmacéutica asistencial. A mí me gustaría. Pero ella tiene que tomar sus propias decisiones, yo tomé una decisión cuando deje el baloncesto, no se la puedo achacar a nadie, seguramente hubiera hecho más carrera, pero he sido muy feliz y doy gracias a Dios de haber tomado aquella decisión.En aquel momento la farmacia me quitó lo que más quería, que era el baloncesto, te aseguro que perdí muchas cosas pero me ha dado mucho más de lo que yo pensaba. Hay que perder para ganar.
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