La Revista

"Quiero ser profesional de la pintura, aunque sea malo"

Óscar Fernández, presidente de la Sociedad Española de Neurología


22 abr 2017. 20.00H
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POR MARCOS DOMÍNGUEZ
Miguel Fernández de Vega
Nunca lleva una foto en la cartera: ni de su familia, ni de las obras con que ganó el primer y segundo premio de pintura de la sociedad científica que ahora preside, la Sociedad Española de Neurología (SEN). A Óscar Fernández la jubilación (forzosa) le ha dado tiempo para ponerse al frente de los neurólogos españoles, pero la mayor parte de la semana sigue dedicándose a lo que más satisfacción le da: investigar. Reconocido experto en esclerosis múltiple y hasta hace poco jefe del Servicio de Neurología del Hospital Regional Universitario Carlos Haya de Málaga, Fernández ya tiene claro que en un plazo de tiempo no muy lejano dejará la actividad para dedicarse “profesionalmente” a una pasión que ha pospuesto durante más de 20 años: la pintura.

Usted es cántabro pero lleva 40 años viviendo en Málaga.

Yo nací en Cantabria pero con 10 años viajé a Sudamérica. Viví siete años en Chile y volví a España para hacer la carrera de Medicina. Viví en Madrid doce años: la carrera y la especialidad. Soy un hombre de ninguna parte pero llevo 40 años en Málaga. Si tengo que ser de algún sitio, sería de Málaga porque llevo mucho tiempo allí.

¿Por qué se movió su familia a Chile?

Yo me mudé en el 59, España estaba en una situación un tanto extraña, y en el norte hay una costumbre de viajar. Teníamos mucha familia en Sudamérica: en Chile, en Argentina y en Venezuela, así que teníamos a donde ir. Mis padres no veían demasiado claro el futuro en España: era muy oscuro. Estábamos más o menos en la Edad Media y quien se podía ir, se iba. Hasta el 59, cuando entró en la ONU, España estaba cerraba a cualquier tipo de comercio con otros países y era muy difícil tener una carrera universitaria o un trabajo decente después.

El presidente de la SEN estuvo a punto de dejar la Neurología por la pesca en alta mar.

Y volvió a cruzar el charco para estudiar Medicina.

En aquella época, los jóvenes éramos un tanto revolucionarios: la otra opción que tenía era la de irme a Moscú, y mi familia no me dejó [se ríe]. No me arrepiento, evidentemente. La gente se movía bastante. Cuando ahora se dice que la juventud no tiene futuro, la gente mayor nos reímos: ¿Cuál era el futuro que teníamos entonces? El futuro te lo buscabas en cualquier lado: mi primer trabajo al terminar la carrera fue en un buque pesquero. Firmé el contrato pero no llegué a trabajar porque me salió un trabajo en Madrid, en el Clínico, y decidí hacer la residencia aquí. El sueldo en el buque era espectacular: se cobraba al mes 50.000 pesetas, y en el hospital te pagaban 4.000. Había que tener una cierta vocación para decidirse por el hospital.

Usted tiene un espíritu aventurero.

Vivíamos en una época distinta, desde muy jóvenes éramos independientes. Yo me casé durante la carrera, mis amigos también. No nos planteábamos que viajar para encontrar trabajo era una cosa penosa, simplemente era lo que había que hacer.

¿Había tradición médica en su familia?

No, yo fui el primero. Tenía buenas notas y podía hacer lo que quisiera. Me gustaba la Medicina porque era lo más relacionado con la Biología, y uno de mis profesores me dijo: “Si quieres hacer investigación, no hagas Biológicas, haz Medicina, porque es más fácil llegar a la investigación”. Además, los biólogos tienen grandes problemas para encontrar trabajo, los médicos no. Te vas derivando hacia la investigación biomédica pero a otro nivel, haciendo más clínica y menos básica.

"Con 20 años me casé e iba tres meses al año a EEUU a trabajar para poder mantener a la familia"

Y dentro de la Medicina, la Neurología. ¿Qué le llamaba la atención?

Depende de las casualidades. Con 20 años, durante la carrera, me casé y tenía que mantener a la familia. Conseguí un trabajo en EEUU e iba cada año tres meses o cuatro, mientras estudiaba. Tuve la suerte de ir a un hospital donde había una Neurología muy puntera, con dos especialistas que eran los mejores del mundo. Pasaba planta con uno de ellos y eso te marca mucho. Luego tuve la suerte de encontrar al profesor Rábano, un neurólogo que trabajaba en Madrid y fue muy interesante. Por eso decidí hacer Neurología, por la gente que quería emular.

¿Llegó a Málaga por azar?

Así es. Cuando acabé la residencia llevaba 12 años en Madrid. Yo quería seguir aquí, es una ciudad estupenda, pero no había ninguna oferta de trabajo. Había una en Málaga, eran dos o tres plazas de Neurología en España y una estaba allí. Había otra en Granada: tenía un examen por la mañana en Málaga y por la tarde en Granada, pero gané el de Málaga y ya no me fui. Es una ciudad estupenda para vivir y trabajar.

¿Ha vivido los efectos del centralismo de la Administración y la sociedad española?

En Andalucía vivimos el centralismo sevillano. Hay alguna acumulación de hospitales en Madrid y Barcelona, depende de la población, pero no he vivido dificultades por el centralismo. De hecho, es más difícil competir estando ‘en provincias’ que en Madrid o Barcelona. Cuando fui a Málaga había tres especialistas, en Madrid había cientos, por eso era más fácil crear un caldo de cultivo y una masa crítica en la capital.

Desde que estaba en Madrid de residente, iba la SEN. Soy el socio 651, ahora somos más de tres mil. He ido durante cuarenta y tantos años al congreso de la SEN. En la provincia, destacar es más difícil porque tienes menos medios.

Fernández cree que alejado de las metrópolis es más difícil destacar.

Ahora que está jubilado es cuando ha llegado a la Presidencia de la SEN.

Nunca hubiera querido ser presidente de la SEN porque no tendría tiempo para serlo. Ahora que sé que es, fue una decisión sabia no proponérmelo antes. Ser presidente de una sociedad científica implica dedicar tiempo de trabajo. Ahora, a mí no me supone tanto trabajo.

No viendo pacientes, ¿se siente más realizado pudiendo dedicarle más tiempo a la investigación?

Una de las cosas que se hacen mal en España es jubilar a la gente antes de tiempo. Cuando llegas a esta edad es cuando comienzas a sentir que sabes algo y puedes transmitirlo. Es el momento en que te echan a la calle. No tiene sentido que a médicos ilustres, por llegar a los 65 años, les echen a la calle. Si tienes un trabajo físico, con 65 años no puedes seguir haciéndolo, pero teniendo un trabajo intelectual, deberías poder no jubilarte. Cuando alcanzas la maestría ya tienes 65 años o más, y lo puedes transmitir a la gente más joven. Y es el momento que eligen para echarte.

En EEUU, te puedes jubilar a una edad pero si eres una persona valiosa, y quieres, puedes seguir hasta los 80 años.  Hace poco murió Oliver Sacks y lo hizo trabajando en su hospital. No puedes estar en primera línea viendo 30-60 enfermos al día, pero puedes transmitir una experiencia que tarda 60 años en acumularse.

No deja de tener cierta ironía que, siendo especialista en enfermedades neurodegenerativas, el momento de su jubilación también sea el más álgido profesionalmente.

Hay cosas que solo la experiencia te las da. Todo viene en los libros y está en Internet, pero integrar todo eso lleva tiempo, el haber visto muchos casos y haber tenido resultados con tratamientos de una clase y otro… Por ejemplo, desarrollar un equipo de investigación lleva mucho tiempo, y en cuanto el líder se va, se suelen desorganizar. Tardas 20 años en crear uno y cuando estás publicando lo mejor dicen que me vaya. Todavía sigo en esa faceta como coordinador de ensayos clínicos y tratando de publicar lo que ya estaba en marcha. Me hubiera gustado seguir hasta los 70 años, más tampoco porque hay que tener un cierto límite, pero si hay gente que quiere, ¿por qué no?

¿Cómo reparte su tiempo ahora?

La SEN me ocupa un día o dos a la semana, y el resto lo dedico a la investigación. El día a día es más tranquilo, en los hospitales estamos viendo a los enfermos durante horas, y la investigación se suele hacer en horario de tarde, en tus horas libres. Aunque esto ha mejorado, existía la figura de la intensificación: digamos que el sistema paga la mitad de tu salario a otra persona para que puedas dedicar el 50 por ciento de tu tiempo a la investigación. Los últimos 7-8 años he estado intensificado y he podido dedicar tiempo a la investigación.

Ahora tengo tiempo para preparar charlas, etc. Uno no corta la actividad de un día para otro, siempre tienes actividad remanente que te dura uno o dos años por lo menos. No tengo más tiempo libre que el que tenía antes. Ahora preparo las charlas mejor que antes, me lo han dicho no sé si con buena intención o no [risas]. La clínica es muy demandante y haces investigación los ratos que te quedan libres.

"Casi todos los médicos tienen una afición literaria o artística"

¿Y cómo desconecta?

Cuando desconecte, lo voy a hacer de un día para otro, dentro de un tiempo. Y me voy a dedicar a la pintura. No es mi hobby, ¿eh?, es mi profesión: yo no pinto desde hace 20 años o más porque no quiero dedicarme como amateur, quiero ser un profesional, aunque sea malo: no me importa. Ya que te pones, hay que ponerse de verdad. Pero soy bueno.

Parece que los neurólogos tienen más inclinación al arte que otras especialidades.

Casi todos los médicos tienen una afición literaria o artística. Hay algunos que son buenos músicos, depende de qué hemisferio sea el tuyo. El dominante suele ser el izquierdo pero hay gente de derechas o de izquierdas. En el izquierdo está la música, las matemáticas, y en el derecho la pintura, las artes más visuales.

¿Cuál es su estilo pintando?

La pintura ha evolucionado mucho, tienes que seguirla. Ahora es abstracto casi todo. Hay gente que dice que la pintura de caballete se ha acabado, se va a por cosas más complejas. Estoy seguro de que se pueden hacer cosas nuevas, pero es muy difícil. Lo que no voy a hacer es pintar como lo hacía Velázquez, porque era un genio y necesitas mucho oficio, que requiere muchos años de práctica.

EN CORTO
Libro de referenciaEl Quijote, de Miguel de Cervantes.

Película favoritaCasablanca, de Michael Curtiz.

Canción preferidaCuando tú te hayas ido (Carlos Brito / Rosario Sansores)

Ciudad para vivir: Málaga

Ciudad para viajar: Estambul

Objeto imprescindible: El móvil

Personaje de su vida: Maurice Victor, uno de mis profesores

Personajes histórico: Napoleón y Freud

Equipo de fútbol: Real Madrid

Un lema vital: El que resiste, prevalece

Qué le hace feliz: Me hace feliz cualquier cosa
En Málaga, hay un nombre esencial para el que se interesa por este arte.

Ahí no te puedes ni acercar. Picasso era un gran pintor desde niño. Empieza pintando figurativo, con pocos años de edad, y luego acabó haciendo lo que ha hecho, absorbiendo de unos y de otros, innovaba y cada vez lo hacía mejor.

Hay que ver por dónde va el arte, pero es difícil saberlo. Me gusta mucho Antonio López, pero mi mujer no me permite… Hay una película, ‘El sol del membrillo’, es una pasada pero mi mujer me dice que no voy a pasarme todo un año pintando un cuadro. Quizá no es eso lo que quiero hacer y puedo hacer algo dentro de lo abstracto.

¿Cuáles serían sus referentes en la pintura abstracta?

Ahora casi no hay. Aparte del impresionismo, que le gusta a todo el mundo, me interesa el cubismo, es precioso. Los colores, las formas… Eso ya está hecho y ahora tienes que ir hacia delante, y quizás las cosas sencillas son mucho más bonitas. Un cuadro que tenga dos colores, quizá. Hay que experimentar, ver lo que hace todo el mundo y hacer algo distinto pero que te guste. La ventaja que tengo es que no pinto para ganarme la vida y podré hacer lo que me gusta. En arte se pueden hacer cosas nuevas siempre.

Hay una relación entre la pintura, lo visual, y la Neurología.

Claro. El cerebro funciona como una unidad, lo que pasa es que nos gusta separar: el hemisferio derecho controla el volumen, el espacio, y esto es algo que tienes o no tienes. Uno puede aprender a dibujar o a pintar, pero hay gente que nace sabiendo. Y yo nací sabiendo de color. Hay gente que está dotada para el dibujo más que yo, pero el dibujo se puede ‘bypasar’ de muchas maneras, y también se ha hecho en el pasado. Durero veía lo que quería dibujar a través de unos cristales emplomados, y solo tenía que dibujar lo que veía en los cristalitos. Ahora que tenemos la fotografía, podemos proyectarla en un lienzo y hacer el dibujo. Pero hacerlo bien es bastante difícil.

Le veremos entonces sustituyendo la bata blanca del médico por la del pintor.

Y una boina [risas].

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