Manuel Anguita es alguien con el
corazón siempre en la cabeza, y no precisamente el relativo a los cotilleos, sino al órgano, ese que nos mantiene con vida y que a él le cautivó en sus años universitarios, allá en los 70. Oriundo de
Torredonjimeno (Jaén), pero residente en
Córdoba, viaja más de lo que le gustaría desde que comenzó a ejercer como presidente de la
Sociedad Española de Cardiología (SEC) en octubre de este año.
Apasionado de la literatura de
ciencia ficción, quizá haya encontrado el secreto para parar el
tiempo. Sólo así se explica que sea capaz de compaginar su presidencia de la sociedad, con su puesto como cardiólogo en el
Hospital Reina Sofía de Córdoba y que haya escrito cientos de artículos científicos y decenas de libros. No solo eso, también ha encontrado unos minutos para atender al equipo de
Redacción Médica en la sede provisional de la SEC y contarnos quién es Manuel Anguita. Érase un hombre a un corazón pegado…
¿Con qué actúa un presidente de la SEC, con la cabeza o con el corazón?
Con ambos. Hace falta pensar bien las cosas que vas a hacer y en eso interviene la cabeza pero también es importante el corazón.Hay que tener mucha ilusión, muchas ganas de hacer cosas y quitarle tiempo a otras parcelas de tu vida para trabajar por la Cardiología, por la sociedad científica y por los socios, que como siempre digo son realmente la sociedad. La Sociedad Española de Cardiología no es un ente abstracto sino todos sus socios. Por tanto, cabeza y corazón.
Y al principio de todo, antes incluso de que llegase a ser secretario de la Sección de Trasplante Cardíaco de la SEC, allá en el 91, ¿quién era Manuel Anguita? ¿Por qué decidió dedicarse a la Medicina?
Eso me lo he preguntado muchas veces. Hay personas que tienen una vocación muy clara y que dicen desde muy pequeñitas: "Yo quiero ser médico". Ese no fue mi caso, siendo sincero. En mi familia no ha habido ningún médico hasta que decidí hacer Medicina. De hecho, la decisión la tomé justo seis meses antes de empezar la universidad. Entonces existía el COU y hacía el de Ciencias. Elegí Física, Química y Matemáticas porque empecé COU con la idea de hacer Ingeniería de Caminos. Creo que entonces estaba muy influido por mi padre. Allá por los años 70, lo de ingeniero de caminos era una profesión que tenía mucho prestigio y mi padre me insistía para que estudiase esa carrera. Pero algo dentro de mí no estaba del todo de acuerdo con esa elección y decidí que quería hacer Medicina. Las Ciencias me gustan, pero mi auténtica vocación o hobby realmente son las Humanidades, la Historia, la Historia del Arte, la Arqueología… y la Medicina es una ciencia que guarda gran relación con las Humanidades. Ese fue el motivo por el que quise ser médico, era algo acorde con mis aficiones y con mi auténtica vocación.
¿Y cómo recuerda los años universitarios en Granada?
Creo que esos fueron los mejores años de mi vida. En primer lugar, era joven. En segundo, tenía muy pocas responsabilidades, sólo tenía que estudiar y aprobar los exámenes. Además el ambiente universitario en Granada era fantástico. Empecé Medicina en el año 1974, que era la época del paso del franquismo a la democracia. El ambiente cultural que había entonces en la universidad creo que era mucho mejor y mucho más intenso que el que hay ahora: conciertos, teatros, etc. También había más concienciación social y cultural. Y, para qué negarlo, nos lo pasábamos muy bien. Granada es una ciudad como Santiago de Compostela o Salamanca, que viven por y para los universitarios, por lo que el ambiente juvenil era y es fabuloso.
Y después ¿por qué decidió especializarse en la rama de Cardiología?
Fue por la misma razón por la que ahora los mejores números del MIR siguen eligiendo Cardiología. Es una especialidad apasionante. Ahora tiene un montón de posibilidades de diagnóstico, de tratamiento, farmacológicas, de tecnología, etc. Es una especialidad muy bonita y noble. Al final la idea que tienes cuando estás estudiando es que uno puede tener un montón de enfermedades pero acaba muriendo de una parada cardíaca o de un problema de corazón y eso te influye. A mí eso me impactó.
Anguita, en un momento de la entrevista.
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¿Cuándo decide usted empezar a relacionarse con la SEC y cómo se produjo en el 91 su nombramiento como secretario?
Hice la residencia en Cardiología en Madrid, en la Clínica Puerta de Hierro. El ambiente de investigación y docencia que se vivía entonces en Puerta de Hierro era extraordinario. Ese espíritu que encontré allí se me quedó dentro y me ha acompañado en mi otro hospital, el Reina Sofía de Córdoba, al que me trasladé cuando terminé la residencia. Esa inquietud por la investigación y la docencia está muy en consonancia con lo que representa una sociedad científica. Otro punto importante es que estaba dedicado al trasplante cardiaco y por aquel entonces en España había pocos cardiólogos que trabajaran en ello (por eso se hacían trasplantes en muy pocos hospitales). Éramos un grupo muy reducido y muy compacto que fue el germen de la Sección de Trasplante Cardiaco de la SEC. Entonces me eligieron secretario de la Sección cuando el profesor Figuera Aymerich, el catedrático jefe de Cirugía Cardiaca de Puerta de Hierro fue presidente de la Sección. Ahí comenzó mi contacto con la sociedad científica.
Y de todos los cargos que ha tenido en la SEC, ¿hay alguno que recuerde con especial cariño?
Todos los trabajos que he hecho en la sociedad han sido muy buenos, muy satisfactorios, lo he pasado muy bien y me han dado mucho. Es decir, he aportado a la SEC mucho trabajo y mucha ilusión, pero también la sociedad me ha dado mucho. Si tengo que seleccionar uno creo que el más satisfactorio fue cuando me nombraron vicepresidente hace ocho o nueve años con Carlos Macaya como presidente. El vicepresidente es el encargado de todos los temas científicos, de investigación, de organización de congresos, etc. Es una figura más independiente, con menos repercusión a nivel institucional que el presidente,y que sobre todo se ocupa de los ámbitos científicos que más me han gustado en todo este tiempo. Aun así reconozco que en cualquiera de los puestos en los que he estado me lo he pasado muy bien.
Y en sus más de 25 años como médico en el Servicio de Cardiología del Hospital Reina Sofía, ¿con qué se queda?
Lo más bonito de la Cardiología es la relación con los pacientes y con los compañeros. El ambiente de trabajo es fundamental. Estás rodeado de poca gente y además tratando situaciones muy conflictivas, porque estamos jugando con la salud de las personas, con la vida y la muerte. Hay situaciones donde el estrés que pasas es bastante alto y sin una buena relación con los pacientes es muy difícil superarlo. De lo que me siento más orgulloso es de contribuir a que el ambiente de trabajo sea el mejor posible, a crear grupo y a hacer que la gente trabaje de forma agradable y adecuada. Si me tengo que quedar con una fecha concreta sería cuando conseguí la plaza en el Servicio de Cardiología en las oposiciones que se hicieron en el año 1992. Por cierto, saqué el ‘número uno’en aquella convocatoria de Andalucía. Costó bastante.
¿Cuáles son las claves para haber llegado tan lejos?
Hay varias. Una de ellas es la ilusión, las ganas de llegar lejos. No todo el mundo tiene la misma ambición ni dirige su carrera profesional hacia el mismo sentido. En mi caso, siempre me he decantado por la investigación y la docencia y creo que las sociedades científicas son un gran exponente de tales actividades. Además, trabajan con más independencia que la que puedes tener en un hospital, donde hay restricciones y una dependencia jerárquica importante.
La otra cualidad que hace falta es el conocimiento. Aunque como se dice en el ejército, el valor se presupone. Cualquier cardiólogo que haya sacado plaza para Cardiología en el MIR es un fuera de serie.
Otro aspecto que también es muy importante es la casualidad. En este mundo, el estar en el momento adecuado, en el sitio adecuado, y tener amigos que te sepan encauzar y orientar influye mucho. Mis maestros de Puerta de Hierro, cuando era residente, me han ayudado muchísimo tanto desde el punto de vista profesional como para entrar a formar parte de la SEC. También mi jefe en Córdoba, donde encontré el mismo ambiente científico que viví en Puerta de Hierro.
En definitiva son esas tres cosas: cualificación profesional, ganas y contar con buenos amigos que te orienten.
Y fuera de la Medicina, ¿qué aficiones tiene?
"Mis hijas dicen que soy un friki... He leído El Señor de los Anillos siete veces"
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Me gusta mucho el deporte y, de hecho, cualquier deporte. Ahora practico menos, claro, pero no porque físicamente no esté bien ni por la edad sino porque ya no tengo tiempo. Pero, por ejemplo, he jugado al balonmano y cuando tenía 17 años me eligieron el mejor jugador de la provincia de Jaén. Aunque debo confesar que tampoco había muchos. También he jugado a tenis y al pádel, que me encantan. Me gusta ver fútbol y mi afición fundamental son las Humanidades. Adoro la Historia, y me encanta la lectura. Leo de todo. Mis hijas, de hecho, dicen que soy un friki porque me gustan cosas muy raras. Además de la literatura histórica y la Historia como tal, me gusta mucho la ciencia ficción. Yo considero la ciencia como una historia del futuro. También soy fan de la literatura fantástica. He leído
El Señor de los Anillos siete veces.
Pasear también me gusta, pero curiosamente viajar no. Viajo porque no tengo más remedio. Soy una persona más bien de costumbres tranquilas. Poco aventurero.
¿Y Juego de Tronos le gusta?
Me he leído todas las novelas de
Juego de Tronos dos veces. La serie no la he visto, aunque dicen que está muy bien. Normalmente cuando he leído la novela me gustan menos las adaptaciones al cine o a la pequeña pantalla.
¿Cuál de las novelas de la saga es su favorita?
La primera:
Juego de Tronos.
¿De dónde saca tiempo para compaginar sus aficiones con haber publicado más de 200 artículos en revistas científicas internacionales y más de 30 libros?
Es difícil, la verdad. Todo es cuestión de organización. Me lo pregunta mucha gente porque ya no son solamente las aficiones, las publicaciones y el trabajo de cardiólogo, también trabajo en una consulta privada por la tarde y ahora presido la SEC. Es cuestión de no perder tiempo, de no irte por las ramas. A la investigación y las publicaciones les dedico los fines de semana. Me levanto temprano siempre. Lo que pasa es que si lo que haces te gusta, ya no es un trabajo.
¿Hay algo que a Manuel Anguita le hubiera gustado conseguir y no pudo?
Sinceramente no. He conseguido mucho más de lo que hubiera pensado hace 30 o 40 años. Es más, estoy seguro de que si hubiera llegado a menos ya hubiera estado muy satisfecho.
¿Se considera un corazón solitario o le gusta estar acompañado de amigos?
Para mí lo primero es la familia. Tengo dos hijas, una de ellas, la segunda, está estudiando Medicina, la primera ha hecho Odontología porque mi mujer es odontóloga, así que todo se queda en casa. Y en segundo lugar para mí están los amigos. Ahora bien, es cierto que con el trabajo de la SEC tengo menos tiempo para los amigos pero los fines de semana que estoy en Córdoba siempre aprovechamos para salir. Me gusta estar con amigos de verdad, las relaciones que tienes que mantener por el puesto en el ámbito de la sociedad científica no son de lo que más me gusta.
EN CORTO
Un libro favorito
El Señor de los Anillos y La Fundación.
Una película
Casablanca, de Michael Curtiz.
Una canción
Alfonsina y el mar, de Mercedes Sosa.
Una ciudad para vivir
Granada.
Una ciudad para viajar
Roma.
Un objeto imprescindible
Un libro.
Un personaje de su vida
Mi mujer.
Un personaje histórico
Julio César.
Un equipo de fútbol
El Real Madrid.
Un lema vital
Intenta crear buen ambiente.
¿Qué le hace feliz?
Mi familia.
¿Y en familia debaten sobre Medicina a la hora de comer?
No charlamos demasiado sobre Medicina. Aunque habla más mi mujer conmigo de sus temas dentales que yo con ella de temas cardiológicos. Con mi hija hablo más de estos temas claro. Ella está estudiando y me pregunta buscando orientación para algunas asignaturas, exámenes y tal. Aunque eso era sobre todo en los primeros años de la carrera. Ahora ella se ha vuelto autosuficiente y tampoco me pregunta mucho.
Usted es natural de Torredonjimeno, Jaén, afincado en Córdoba y visitante asiduo de Madrid. ¿Con cuál de las tres se queda?
Son tres sitios maravillosos. Me sigo considerando de Jaén, que es donde están mis raíces. En Córdoba llevo viviendo desde el año 87, mis hijas han nacido allí y es una ciudad que el que no la conozca no sabe lo que se pierde. Es muy cómoda y tiene un patrimonio cultural histórico tremendo. Aunque es verdad que tiene un pequeño problemilla, que es que hay dos o tres meses al año en los que no se puede salir a la calle por el calor, los cuarenta y tantos grados día tras día en verano. Y por supuesto a mí me encanta venir a Madrid. Es una ciudad que te gusta más cuando vienes de fuera y luego te vas. Creo que es más cómodo que vivir en Madrid. Pero a pesar de todo, me sigo considerando jienense, mis raíces están en Jaén. Toda mi familia y la de mi mujer siguen viviendo allí y volvemos siempre que podemos.
¿Considera que a la sociedad en la que vivimos le falta corazón?
Creo que sí, que a esta sociedad le falta corazón. La sociedad ha cambiado y cambia mucho, además a una velocidad cada vez mayor. Cuando tienes más años tienes una perspectiva mayor del paso del tiempo y de los cambios que se han producido. En comparación con hace 30, 40 años, cuando yo era niño o joven, la vida es completamente distinta. No digo que sea mejor ni peor, todo tiene sus cosas buenas y malas. Aunque siempre existe una tendencia a pensar que todo lo pasado fue mejor porque has vivido esa época. Hace 30 años no había teléfonos móviles, Internet... los ordenadores eran mamotretos tremendos y no había Windows. El primer ordenador que tuve, que me lo regaló mi padre cuando llegué a Córdoba, tenía el sistema operativo MS-DOS.
Por aquel entonces, la forma de relacionarse era mucho más personal. Ahora, ya casi no se escriben cartas, no se habla con la gente, ni siquiera por teléfono, ya todo son mensajes digitales… y eso sí que deshumaniza.
Antes también había menos contaminación, que ahora, por cierto, la relacionan con los infartos.
Sí, todo ha cambiado. ¡Y más que va a cambiar!
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