La Revista

“Para mi padre los médicos eran como dioses”

María Castellano fue la primera mujer en obtener una cátedra de Medicina en España y la segunda en acceder a la RAM

María Castellano Arroyo.

09 dic 2017. 20.00H
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POR JESÚS ARROYO
Miguel Fernández de Vega
María Castellano Arroyo (Jaén, 1948) espera paciente el inicio de la entrevista. Mientras, explica cómo ha estado recogiendo aceitunas en Jaén durante el fin de semana con su ‘portillo’ y visitando la cortijada que la vio nacer. “Mira, mira que negras y lustrosas se ven”, cuenta mientras nos enseña una fotografía en la que aparece ella junto a montón de aceitunas morenas, aunque reconoce que la sequía está mermando la cosecha este año. Pide una manzanilla y empieza recordando aquellos tiempos en los que se recorrió “todos” los pueblos de Jaén, Granada y Almería cuando le tocó supervisar casos de violencia de genero. María Castellano es una mujer que siempre se ha encargado de romper tópicos machistas pero casi sin darse cuenta, lo que la convirtió en una pionera en su época. En su momento, fue la primera mujer en conseguir una cátedra de Medicina, y la segunda en pasar a formar parte de la Real Academia de Medicina, pero esto último hace tan solo cinco años. Parece que ni para ella es fácil romper algunos techos de cristal. 

La Real Academia de Medicina cuenta con 47 académicos. Solo tres son mujeres ¿la Medicina es machista teniendo en cuenta esta proporción?

En la Medicina pasa lo que en el resto de las profesiones que la mujer se ha ido incorporando tarde, al igual que en otros sectores. Tampoco está en igualdad de proporción en cargos directivos. Y eso es porque a la mujer, a mi modo de ver, le gusta aprovechar el tiempo y en los cargos directivos necesitas un tiempo que, desde un punto de vista práctico, se podrían resolver de una manera más ágil. Entonces, creo que la mujer hasta ahora no ha tenido interés en entrar a formar parte de determinados órganos directivos por el tiempo que eso le suponía. Pero ya se está viendo ese constante acceso femenino en la policía, en el ejército, etc.

En 2012 entró a formar parte de la Real Academia de Medicina. Era la segunda mujer en conseguirlo. ¿Qué pensó?

Siempre que he conseguido algo he sentido satisfacción, porque es un reconocimiento que te alegra. Pero la verdad es que siempre he pensado que cualquier cosa que consigues en una biografía como la mía no es un mérito unipersonal, es siempre un mérito de las personas que han trabajado contigo en el día a día, que han contribuido en las investigaciones que hemos ido comunicando y en todo lo que hemos ido haciendo, porque nunca es un trabajo único, aislado y solitario.

¿Quién fue la primera persona que se le vino a la cabeza cuando recibió esta noticia?

A ver, he tenido una biografía con algún acontecimiento triste. Mi marido falleció en el año 2003 y un hijo mío de 29 años falleció de cáncer dos años antes de que me nombraran académica de la RAM. Entonces, este nombramiento fue muy pronto.  A primeros de enero de 2011 se convocó la plaza para la Academia y claro, hubo mucha gente que me animó a solicitarla porque decían: este sillón debes de ocuparlo tú que ahora mismo eres la catedrática en activo más antigua. En ese momento estaba rehaciéndome y pensar en eso lo vi un poco como si fuera un regalo que me venía para coger un proyecto nuevo. En ese sentido, fue casi como un regalo espiritual con los míos, con los que no estaban conmigo, pensando que era algo que se me regalaba para que de nuevo iniciara unas actividades que me podía traer satisfacción.

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Usted fue la primera mujer con una catedra de Medicina en España.

En mi caso fui la primera catedrática en 1980. Ahora mismo las que son catedráticas de universidad y de Medicina son ya mayoría. Otra cosa es presentarse a Decano o Rectores. Eso ya quita más tiempo y piensas si te merece la pena o no. La mujer está muy comprometida en Medicina con la asistencia, con la proximidad al paciente, más que con lo burocrático.

¿Qué pensó cuando rompió ese techo de cristal?

En ese momento no fui consciente. Recuerdo que mi profesor me dijo que tendría que salir fuera al extranjero para seguir avanzando. Cuando volví me dijeron que habían convocado la cátedra de Zaragoza, y concurrimos unos 10 compañeros y la gané. La verdad es que tenía quizás un currículum más moderno, era la más joven y había estado en el extranjero.

De esas 10 personas, ¿fue la única mujer?

Sí, fui la única.

¿Usted se considera feminista?

He sido feminista y soy feminista desde el momento en que pienso que tiene que haber una igualdad plena en lo que significa el derecho en la igualdad de oportunidades, y luego pues semejanza de mérito, de capacidad. En Zaragoza cuando llegué de catedrática, decía: he concurrido en igualdad de mérito y de capacidad como mujer, porque hasta ahora no ha sido así. (Ríe)

Durante su trayectoria profesional, ¿ha sufrido algún episodio machista o discriminación de género?

No. Tengo que reconocer que en mi persona no he vivido discriminaciones por razón de ser una mujer. Mis maestros me querían, me respetaban y me enseñaron todo lo que sabían y así es a día de hoy porque todavía con mi maestro, el profesor Villanueva, que es profesor emérito en Granada, trabajo en el Comité de Bioética del Consejo andaluz, y seguimos trabajando con ese mismo entendimiento y confianza de siempre.

Desde sus inicios usted ha jugado un papel relevante en intervenciones sobre el tratamiento de la violencia contra la mujer. Aprovecho para preguntarle sobre el último y más mediático caso de violencia machista sucedido en Pamplona y que tiene como protagonistas al grupo autodenominado “La Manada”. ¿Cree usted que la víctima de violencia de género está desprotegida actualmente en España?

Castellano, en un momento de la entrevista.

No. En España hay unas leyes absolutamente protectoras de las víctimas. Esta más desprotegidos los agresores en el sentido de que una denuncia que ponga una mujer se da por cierta. Tiene que ser el agresor que demuestre que no lo ha hecho. Es decir, no quiero que se me malinterprete, es mejor decirlo en positivo. España tiene unas leyes de protección a las víctimas de violencia de género que son mucho más protectoras que en otros países de Europa porque se da por cierta la denuncia y se da por cierto el daño a la mujer y, efectivamente, se le otorga la presunción de inocencia para que el agresor pueda probar lo contrario defendiéndose. Pero que la mujer está muy protegida. Cosa que en otros países no sucede.

¿Qué opina de este caso concreto?

Este juicio es muy mediático. Todo el país pendiente de el. Estos delitos en concreto contra la libertad sexual, están muy bien tipificados en el Código Penal, tienen unos castigos altísimos que pueden llegar hasta 20 años de cárcel, casi como el homicidio. Lo que sí es verdad es que el que juzga estos delitos, como las penas son muy importantes, tiene que tener plena certeza de que los hechos sean probados. En estos juicios parece que el juez es muy exigente con la víctima, digamos, para que aporte todas las pruebas necesarias para demostrar que el hecho ocurrió en esa circunstancia. En este caso se criticaba que el juez hubiera aceptado pruebas de la defensa que a lo mejor decían: "es que la víctima salía y se tomaba una copa con sus amigos". Esto ¿qué quiere decir? La defensa tiene derecho a decir: "Hombre, no tiene estrés postraumático o a lo mejor no era tan grave porque sí hacía vida social". Eso es un dato insignificante en relación con el hecho que ocurrió, lo que pasa es que para calificar esa pena que puede ir de 15 a 20 años de cárcel pues esos datos son importantes, pero claro, es razonable que el juez tenga toda la información de las dos partes.

Simplemente, el juez recopila todas las pruebas de ambas partes.

Sencillamente es que en un juicio tiene que haber una libertad de pruebas plena de las dos partes.

Antes era un requisito imprescindible salir al extranjero para terminar la formación. Ahora parece que a los estudiantes de Medicina los echan al extranjero para poder trabajar.

Era un requisito formativo porque entonces se decía: has estudiado en España, te has formado en España, estás trabajando en España pero tienes que saber que se hace en otros departamentos universitarios de Europa o de América. Nosotros elegimos Europa porque la Medicina Legal de prestigio se hacía en Europa. Ahora, tenemos la generación mejor formada en Medicina y en otras especialidades y lo razonable es que encuentren trabajo acorde a su cualificación. Lo que es triste es que en España gastamos muchísimo dinero en formar excelentes profesionales que luego aprovechan los países europeos. Entonces creo que urge un plan de recuperación de estos españoles.

¿Esta fuga de cerebros se agrava ante la falta de médico?

Efectivamente. Ahora están los cálculos hechos de las jubilaciones a 5 o a 10 años y nos jubilaremos muchos profesionales y en Medicina de una manera agravada. Lo malo es que hasta ahora las jubilaciones no las han cubierto precisamente con gente joven. Las listas de espera crecen, las cirugías cada vez tardan más tiempo en pasar por quirófano. Pienso que habría que traer a esos profesionales de vuelta y que lo razonable es que los equipos se fueran organizando con esa gente que en el extranjero son tan valorados.

¿Usted por qué no se ‘fugo’?

En realidad yo salí antes de la Cátedra y luego ya después han sido estancias muy cortas, entre otras cosas porque he tenido mucho trabajo. Ahora pienso que nunca  me he tomado ni un año sabático. Además no me pude ir porque en Zaragoza tenía un departamento de gente muy joven formándose y con todas las secciones creándose, la Toxicología, la Genética forense, la Psiquiatría forense, la patología... Ahora mismo, soy la última profesora experta en la Medicina Legal completa porque después los discípulos se centraban en una parcela concreta.

Volviendo a sus orígenes, usted nació en Jaén y se crió en una cortijada en el seno de una familia humilde, ¿Cómo fue su infancia?

Cuando digo humilde quiero decir que mi padre era agricultor, trabajando labrando lo nuestro y viviendo todos allí con aquella economía autosuficiente. Cuando yo cumplí 9 años, nosotros teníamos en la cortijada a un maestro que nos fue enseñando. Éramos cuatro hermanos. Aprendí muy bien a leer y a escribir las cuatro reglas, los planetas, la geografía y el maestro ya le dijo a mi padre: "A esta niña no le puedo enseñar más. Tendría que ir ya a un colegio". El campo se estaba mecanizando y me fui a Jaén con mi abuela materna, empecé a ir al colegio pero al año siguiente ya se vinieron mis padres y mis tres hermanos. Fui haciendo el bachiller con total normalidad, un curso detrás de otro. Cuando nos dimos cuenta había aprobado Preu.

Y usted quería ir a la universidad…
EN CORTO
Un libro favorito
'Madame Bovary' de Gustave Flaubert.
 
Una película
'CasaBlanca' de Michael Curtiz. 
 
Una canción

'Llueve' de Serrat.
 
Una ciudad para vivir.
El campo de Jaén.
 
Una ciudad para viajar.
Londres.
 
Un objeto imprescindible
El cepillo de dientes.
 
Un personaje de su vida
Mi padre.
 
Un personaje histórico
Carlos V.
 
Un equipo de fútbol
El Real Madrid.
 
Un lema vital
Vive como piensas y piensa como vives. 
 
¿Qué le hace feliz?
Todo.
Por su puesto. Le dije a mi padre: "Tengo que irme a la universidad y quiero estudiar Medicina, y para eso tengo que irme a Granada". Y claro, esa noticia para mi padre fue un 'shock'. Pero lo pensó y aceptó porque a él le gustaba mucho la Medicina, admiraba mucho a los médicos. Me buscó una residencia de monjas en la que sabía que iba a tener un horario muy estricto y mucha vigilancia, pero eso era lo normal en la época.

Estudió Medicina por su padre.

Bueno, desde el principio tenía vocación de médico y me gustaba la Medicina, pero la realidad es que todo esto me lo había contagiado un poco mi padre, porque él se encarga de curar a los animales del cortijo. Precisamente si un trabajador se ponía malo, él mismo se encargaba de llevarlos al mejor médico. Mi padre tenía una gran admiración hacia Fermín Palma, que era un cirujano muy bueno de Jaén, muy conocido, que había operado a mucha gente. ¡Para mi padre los médicos eran como dioses!, y claro, aquel interés terminó trasmitiéndomelo a mí. El interés por la gente, las enfermedades, el poder curar, el poder aliviar, a mí aquello me parecía un proyecto que merecía la pena.

El orgullo que sitió su padre cuando se graduó en Medicina sería inmenso, ¿no?

Sí, sí. Mi padre estaba muy satisfecho con cada cosa que fui consiguiendo. Recuerdo a mi familia estando en Zaragoza cuando me concedieron la cruz de primera clase San Raimundo de Peñafort, por la colaboración con la Policía Judicial, y mi padre no cabía en sí del orgullo que sentía.

¿Qué recuerdo tiene de su etapa universitaria en Granada? ¿Qué le aportó?

Pues mira, el entender que había sido feliz durante mi vida infantil, mi vida adolescente en el colegio, etc. Pues de pronto, el aspecto político que a nosotros no nos causaba preocupación, empezó a despertar el cambio que significaba conocer que en Europa había otro sistema de gobierno, que, efectivamente, en la propia Granada ya teníamos compañeros que te hablaban de temas políticos en lo que era el gobierno, en lo que eran las administraciones sanitarias, mayor igualdad o los derechos de los trabajadores. Vino el mayo del 68 en Francia y se notó en Granada con unas huelgas y unos enfrentamientos que de pronto detenían a alguien y resulta que lo conocíamos. Este nuevo marco político fue una completa novedad.

Y en Granada conoció a su marido.

¡Sí!. Él estudiaba quinto y yo tercero. Con él tuve tres hijos, pero ahora tengo 2 hijas maravillosas. Cuando nos fuimos a Bélgica tenía dos y cuando volvimos a los dos años ya había nacido el pequeño, que es el que falleció. Entonces, tengo una hija que vive en Zaragoza y la segunda, que es la que es médico, vive aquí en Madrid. Ella es geriatra y trabaja en el hospital Ramón y Cajal.

De algún modo siguió sus pasos.

Sí, bueno. A ella le gusta mucho la Clínica ahora. Se ha interesado mucho por la violencia hacia los mayores, el abandono, el abuso económico e hizo la tesis sobre ese tema. Está en la comisión de violencia de su hospital y está haciendo muchas cosas en ese campo. Ella está muy contenta con la práctica clínica, es decir, que ahora es incompatible la docencia con la asistencia. Para acreditarte como profesor docente, ya sea a nivel de contratado o de titular o de catedrático, digamos, se hace a expensas del currículum investigado, no de que sepas explicar o no explicar, enseñar o no enseñar.

¿Cómo le gustaría que la recuerden en el futuro?

Dentro de poco porque ya estoy muy malita (ríe). Como una persona que procuró hacerle la vida fácil a los demás y que procuré hacer lo mejor que podía en cada momento por la persona que tenía cerca, que no acertaría en muchos casos, pero mi intención siempre fue esa.

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