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María José Mellado las 24 horas que tiene el día son insuficientes. Su día comienza con el amanecer pero explica que no sabe cuándo va a acabar. Así lo demuestra a su llegada a la entrevista, jadeante por el agotamiento provocado por el trasiego de su jornada diaria. “Lo primero es mi trabajo en el Hospital, y luego lo demás”, señala Mellado, mientras toma asiento en una de las salas de la sede de la
Asociación Española de Pediatría (AEP), situada en una céntrica calle del barrio de Salamanca. Casi dos meses después de su nombramiento como presidenta de la AEP reconoce que “no ha parado” pero que “duermo poco para estar alerta”.
¿Qué lleva a una jefa de servicio de Pediatría y Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario Infantil La Paz a presentarse a la presidencia de la Asociación Española de Pediatría (AEP)?
Pues, primero la responsabilidad. Tengo una parte patológica de personalidad que es el sentido de la responsabilidad y eso siempre me ha perseguido. Tengo una edad, una posición laboral y una situación con las que puedo hacer cosas por los demás. En segundo lugar, cuando tantos compañeros te dicen: “Oye, creo que tienes un perfil con el que podrías representar a mucha gente”, ya no desde la AEP, que también. Con todo eso, te lo piensas y te metes en un berenjenal como este. Porque mi primera responsabilidad es mi profesión y desde luego lo primero que les dije a la gerente de la AEP: "todas las reuniones a partir de las 15:30", porque mi trabajo es de 8:00 a 15:00 horas.
¿Le ha costado trabajo compaginar esas tareas?
Bueno, llevo un mes, y le puedo decir que he tenido 17 reuniones en el mes de junio a partir de las 15:30. Muchas de ellas han acabado a las 22:30 de la noche. ¿Trabajo? Bueno, más que trabajo quizá es esfuerzo personal, porque cuando llegas a casa todos los días de La Paz, te llevas un montón de tareas, como el informe de un niño, o una persona que te está pidiendo ayuda para una tesis doctoral. Y ahora además hay que ver cómo va el comité de la AEP. Entonces, muchos esfuerzos, sí.
¿Cómo logra desconectar?
No desconecto. Muy mal, es otro deber que tengo que hacer. Tengo que ir a un psiquiatra o a alguien porque desconecto muy mal. Yo siempre he dormido poco y entonces, bueno, eso también me ha ayudado a estar alerta, pero a mí me gustaría desconectar más. Ahora para colmo tengo teléfono móvil porque en la AEP me ha obligado, cosa que hasta hace diez días no tenía. Aunque suene arcaico a mí me localizaban mediante un busca. Afortunadamente, lo que más me desconecta es mi familia, porque cuando llego tengo otra bulla tremenda en mi casa. Pero a veces tengo un rato para descansar y pensar en otras cosas a la hora de la cena con mis seres queridos.
Según tengo entendido tiene usted tres hijos…
Eso es. El mayor es ingeniero de telecomunicaciones, que es un varón, y luego dos chicas. La mediana es médico, alergóloga-imi nmunóloga, o sea, no es pediatra. La menor ha tenido que marcharse fuera, porque aquí ella es odontopediatra, hizo un máster pero en España solo tenía consulta de odontólogo por las tardes y no es por lo que había hecho un máster. Entonces está contratada por la Seguridad Social inglesa (NHS por sus siglas en inglés), en hospitales y también está muy contenta. Su madre no, su madre quiere que vuelva, (ríe) pero bueno.
María José Mellado en un momento de la entrevista.
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¿El ejemplo de su hija, en este caso, es una de tantos médicos y sanitarios que deben de buscarse fuera un trabajo porque no logran conseguirlo en España?
Sí, efectivamente. Bueno, yo creo que en España hay trabajo para los médicos, y sin lugar a duda para los pediatras. Los pediatras no se tienen que ir fuera. Otra cosa es que haya gente muy inquieta que quiera hacer alguna investigación, y para eso yo les animo. Por ello, es bueno que se vayan fuera un año a hacer alguna beca, un máster, algo, pero para volver. Porque no podemos crear profesionales para mandarlos fuera sino para que estos reviertan en nosotros a futuro. No pasa nada que estén dos o tres años formándose, eso me parece estupendo, pero que no se queden porque aquí los necesitamos.
Por lo tanto, el objetivo de su hija supongo que será volver.
El de su madre desde luego. Y el de ella posiblemente también, lo que pasa es que lleva poco tiempo. Entonces primero ha hecho un voluntariado en el desierto de Perú con Bolivia, y bueno, creo que eso también la ha hecho aprender de la vida, que es muy importante, y luego ya hizo currículum y fue a la Seguridad Social inglesa.
¿Han comentado madre e hija algo sobre la situación en el NHS tras el ‘Brexit’?
El Brexit se ha notado mucho, y de hecho muchos compañeros sanitarios que tengo allí, que trabajan en hospitales desde hace más de 20 años, me lo dicen. Estos no se lo creían. Parece que la mayoría de la gente que fue a votar era muy tradicional, con miedo a que hubiera algún problema con los extranjeros. Mientras que la gente que habitualmente estaba en contra del ‘Brexit’, jóvenes en su mayoría, no participó. Ahora, ¿qué problemas hay? Bueno, pues la gente que está contratada no tiene muchos problemas, porque si tú eres bueno, allí la administración funciona de forma diferente que aquí. O sea, aquí hay OPE, hay contratos, pero una vez que tienes tu plaza, no hay diferencia entre que uno sea mejor que otro, todo el mundo tiene el mismo rango. En Inglaterra, la gente que vaya ahora, posiblemente sí tenga algún problema más, porque claro, ya son de fuera. Mi hija lleva ahí 2 años y no creo que tenga ningún problema. En mi opinión, las personas valiosas en cualquier sitio van a encontrar un trabajo.
María José Mellado, presidenta de la AEP.
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También saca tiempo para labores de asistencia al refugiado, ¿a través de alguna asociación?
No, nosotros trabajamos directamente a través del hospital. Estuve más de 25 años, en el hospital Carlos III, el que era tradicionalmente el Hospital del Rey, donde se atendían a los niños que venían de Guinea, cundo esta era una colonia española. En aquel entonces saqué la plaza para aquel hospital y tuve que aprender mucho sobre enfermedades raras. Conoces la tuberculosis, la meningitis, el sarampión, pero claro, la malaria, el esquistosoma y el estrongiloides no lo has visto en tu vida académica. Entonces, se creó una unidad de enfermedades tropicales y otra de adopción internacional, en la que ayudábamos a los padres que van a adoptar niños y decirles qué patologías podían tener estos menores. Ahora tenemos un grupo de niños refugiados, que llegan en pateras, que no tienen documentos y tienen menos de 18 años. Los trasladan a los centros de acogida de menores de la Comunidad de Madrid, y nos los remiten para que les hagamos un examen de salud. Todo esto es muy agradecido porque son chicos que además de hacerles el diagnóstico, hablamos con ellos sobre riesgos, hábitos de vida, adicciones, del uso del preservativo, del respeto a la mujer, porque casi todos son varones. De este modo, se hace una labor también social, cultural y de prevención de hábitos muy importante en esas consultas, porque los pediatras que estamos ahí tenemos ya muchos años de experiencia.
¿Cómo fue su camino académico y profesional hasta llegar a Jefa de Servicio de Pediatría del Hospital La Paz?
Soy alumna de Medicina de la Autónoma de Madrid. Cuando acabé la carrera hice el MIR y saqué plaza en el Hospital del Niño Jesús, un hospital fantástico donde aprendí muchísimo durante mi R1, pero a mí gustaban los recién nacidos, y en ese hospital no había Neonatología como especialidad. Me volví a presentar al MIR con toda mi santa paciencia y saqué plaza en La Paz y me fui a hacer dicha especialidad. Por circunstancias de la vida finalmente no la hice, e estudie Gastroenterología y cuando estaba acabando la formación, me centre en hígado. En mi rotación como R4 en Hepatología con la Doctora Jara incluso ya se empezó a pensar en el trasplante hepático pediátrico y tuvimos varias reuniones en el Hospital Puerta de Hierro con el Doctor Álvarez Cienfuegos. Estando ya en R4 salieron algunas plazas de hospitales en Madrid y me presenté, y saque una plaza en el Hospital del Rey. Cuando llegué allí me quedé impactada porque la mitad de un ala eran niños blancos y la otra mitad, negros. Entonces yo no entendía qué pasaba en ese hospital, hasta que vi que los niños de color eran niños guineanos que los trasladaban familias generalmente con un nivel adquisitivo alto. Estos niños estaban allí para que se les diagnosticara e intentar curarlos.
EN CORTO
Libro favorito
'El Principito', de Antoine de Saint- Exupéry.
Película favorita
'Un paseo por las nueves', Alfonso Arau.
Canción preferida
'And I Love Her', de The Beatles.
Ciudad para vivir
Sevilla (con una abanico)
País para viajar
Cuba.
Un objeto imprescindible
Papel y lápiz.
Un personaje de su vida
Mi marido, mis padres y mis hijos.
Un personaje histórico
Gandhi.
Un equipo de fútbol
El Sevilla
Un lema
Inasequible al desaliento
¿Qué le hace feliz?
Mi familia.
También estuvo en Londres…
Sí, allí estuve en el Great Tower Street, y hacíamos muchas sesiones sobre medicina tropical, gracias a las cuales aprendí mucho sobre sus patologías. Volví a España y pasé al Carlos III, que era un centro de investigación clínica donde hice muchas investigaciones sobre el VIH, la tuberculosis, enfermedades tropicales. En los próximos años me convertí en jefa de servicio del Hospital Carlos III. Entonces ya empezó el problema de que el Carlos III iban a fusionarlo con otros hospitales. Estaba inquiera y no era dueña de mi destino. Vi pues una plaza de jefatura de servicio en la La Paz, me presenté, la saqué y después, al año siguiente, el Carlos III se fusiono con La Paz. En aquel momento, traje la Pediatría del Carlos III a La Paz, de tal manera que se creó una unidad de enfermedades tropicales, vacunación, viajero internacional que tenemos ahora. Ahora además tengo 6 áreas de capacitación en mi servicio.
Al igual que su hija, usted tampoco ha parado.
No, no, no. Yo soy muy inquieta y me gusta hacer de todo.
Casi todos los médicos expertos en una especialidad dicen que soñaban con ella desde pequeños, ¿es su caso?
Eso le gusta mucho a la prensa pero no os voy a dar esa satisfacción. Yo quería hacer Bellas Artes. Aunque no te lo creas, soy un artista. Bailo, pinto, escribo poesía, hago diseño, una artista. Y para eso iba en la vida. Pero mi padre me dijo que no, que Bellas Artes no era una profesión, que eso era un hobby y que tenía que hacer otra cosa. Era muy buena estudiante, y entonces pensé que me gustaba a mí que no fuera Bellas Artes. Entonces no me veía del hombre del tiempo, me veía de Matemática, de astronauta. A mí me gustaban los niños, la música, y dije: ¡voy a hacer medicina y pediatría! El primer sorprendido fue mi padre que se quedó impactado, pero claro ya no me podía decir que no era una profesión y ahí empezó..., desde luego ya cuando hice medicina ya quería hacer pediatría desde el momento cero.
¿Está recuperando esa labor artística?
Bueno, no la he perdido nunca, lo que pasa es que antes tenía un 50 por ciento para cada cosa cuando era estudiante y ahora tengo un porcentaje mucho más pequeño, porque además tengo otras cosas que son mi familia, deportes. Y es que también soy muy deportista, me gusta mucho jugar al pádel. Mi faceta artística la recupero cuando hay algún acontecimiento importante, por ejemplo un amigo que cumple 50 pues le hago mi poesía o también por ejemplo a mi nieta le hago un faldón o hago unas cortinas. Pero sobre todo bailo, bailo flamenco en mi casa, me pongo porque soy una loca de bailar, cualquier tipo de música. Aunque lo que más bailo es flamenco.
Esa vena flamenca le viene quizás porque usted es del sur, a medio camino entre Córdoba y Sevilla. ¿Le gusta volver a su tierra?
Sí, continuamente, cada vez que puedo, a Sevilla. Ahora voy más a Málaga porque mi madre vive allí, en Nerja. Me encanta la playa, me encanta Nerja. Y aunque no tenga ya el acento, no quiere decir que haya perdido mis raíces. Porque no me habéis visto bailar, pero cuando yo hago una pose soy la más andaluza… (ríe).
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