África González nació en Madrid, pero ya lleva dos décadas viviendo en Galicia y le ha cambiado el acento. Tiene una entonación cálida y provista de una musicalidad que no adorna su discurso, sino que lo dota de mayor franqueza. Es un ritmo pausado que muestra que la presidenta de la
Sociedad Española de Inmunología (SEI) medita lo que argumenta y es capaz de defenderlo hasta la extenuación, como, entre otras cosas, que la eficacia de las vacunas es incuestionable y que estamos vivos gracias a ellas, se pongan como se pongan los
antivacunas. La
catedrática de Inmunología de la
Universidad de Vigo se considera curiosa y cree que su peculiar nombre la hace inolvidable.
Empezó la carrera en la Universidad de Alcalá en 1980, ¿vivió la Movida madrileña?
La viví, pero dedicaba mucho tiempo al estudio. En la vida hay tiempo para todo: cuando hay que estudiar, se estudia, y cuando hay que salir, se sale. He sido muy estudiosa y sacaba muy buenas notas. Además, mi padre falleció cuando estábamos todos estudiando y había que intentar no ser una carga en casa y conseguir becas.
De hecho, acabó la carrera con premio extraordinario.
Siempre me esforzaba por tener matrícula de honor y me han educado para ser perseverante y constante, y trabajar duro.
¿Por qué hizo Medicina?
Inicialmente, la hice un poco empujada por mi padre. Yo tenía una hermana con una enfermedad rara, síndrome de Marfan, que, desdichadamente, falleció hace dos años, a la edad de 40. Cuando ella nació yo tenía 12 años y mi padre me animó a que hiciera Medicina. La carrera me encantó, me gustó muchísimo, pero, desgraciadamente, no he podido ayudar a resolver el problema de mi hermana.
¿Y por qué se especializó en Inmunología?
Durante la carrera me di cuenta de que me gustaba investigar, conocer las bases de las enfermedades. Saqué buen número en el MIR y decidí escoger una especialidad que, en aquella época, era bastante nueva y me permitía hacer investigación y cubrir distintas áreas, no centrarme en ninguna en concreto. Me especialicé en Puerta de Hierro, un centro muy bueno, y después me marché a Inglaterra, al Laboratorio de Biología Molecular del Medical Research Council de Cambridge, bajo la dirección de César Milstein (premio Nobel de Medicina por la técnica de generación de anticuerpos monoclonales). Fue una experiencia magnífica, no solo por la investigación y las publicaciones que conseguí, sino también por el ambiente y por la forma de ser de Milstein. Años después, conseguí que le hiciéramos doctor honoris causa en la Universidad de Vigo, un pequeño reconocimiento a todo lo que me dio cuando estuve trabajando con él.
LOS SUPERPODERES DE ÁFRICA GONZÁLEZ
Inmuno Power, el avatar de África González.
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África González tiene un avatar de cómic: es Inmuno Power, la superheroína de la Inmunología. Este personaje fue creado por los alumnos del Centro Público de Educación Infantil y Primaria (CEIP) de Laredo, en Redondela (Galicia), quienes la eligieron como una mujer referente en el ámbito científico, en el marco de un programa de la Universidad Pompeu Fabra para luchar contra los estereotipos que asocian el trabajo en tecnología con el sexo masculino. “Son iniciativas fantásticas. Han elegido a nueve mujeres relacionadas con el ámbito científico de Galicia y animan a las chicas a que sean la décima”.
Si tuviera superpoderes, a la presidenta de la Sociedad Española de Inmunología (SEI) le gustaría poder clonarse “para seguir aprendiendo en muchos sitios simultáneamente”. Puestos a pedir, también le gustaría teletransportarse y “jugar mejor al tenis”. Pero si se pone seria, afirma que lucharía por disminuir la pobreza en el mundo y conseguir una sociedad más igualitaria.
¿Qué tal fue la experiencia de vivir en el extranjero?
Iba para dos años, pero, al final, me quedé cuatro. Los primeros dos años estuve sola y, después, se vino mi marido. Para él también fue una experiencia muy buena porque hemos hecho amigos comunes en Inglaterra. De hecho, quedamos habitualmente con amigos alemanes, chinos, austriacos, ingleses…
Es muy importante tener una pareja que esté dispuesta a acompañarte para conseguir tus metas.
Sí, fue una experiencia muy buena para los dos. Empezamos a salir cuando yo tenía 18 años, pero nos conocemos desde niños, y siempre he tenido muchísimo apoyo por su parte. De hecho, él es químico y renunció a su trabajo para venirse a Inglaterra. Sin su respaldo, no habría podido lograr muchas de las cosas que he conseguido. Es más, cuando animo a las personas que investigan conmigo a marcharse fuera siempre les digo: “Si tu pareja no te apoya, tienes que cambar de pareja” (ríe). ¡Cómo si fuera tan fácil! Pero sí, si realmente tu pareja no vive con la misma intensidad que tú, busca a alguien que te acompañe en tus sueños.
Después de Inglaterra, se incorporó a la Universidad de Vigo como profesora titular de Inmunología.
Sí. Lo que me gusta verdaderamente es la investigación y la docencia. Me encanta dar clases y realmente estoy muy contenta. Soy catedrática desde 2009.
¿Cómo es como profesora?
Me gusta mucho transmitir y creo que los alumnos lo notan, perciben si al profesor le gusta lo que está haciendo o simplemente lo hace porque es su trabajo y gana dinero. Me invitan también a dar conferencias y charlas en institutos y colegios para que los estudiantes vean que los científicos somos gente normal que no estamos en los laboratorios todo el tiempo…
En bata y despeinados.
Eso es (ríe). Somos gente normal y corriente. Mi experiencia docente es muy buena, aunque soy crítica con cómo se está desarrollando el Plan Bolonia. Supone mucho más trabajo para los alumnos y para el profesorado, y tengo dudas sobre si realmente estamos consiguiendo lo que se pretendía.
¿Tiene mote de profesora?
África González es catedrática de la Universidad de Vigo.
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Que yo sepa, no. Pero hace años, un alumno no se acordaba de mi nombre y me llamó “Continente”.
¿Por qué se llama África?
En la época de la posguerra mi abuela cuidaba a unas niñas y una de ellas se llamaba África. A mi padre le gustó el nombre, pero a mi madre no le hacía tanta gracia. Al final, se acostumbró. Es un nombre que me ha ayudado porque la gente se queda con él fácilmente y, una vez que me conocen, es difícil que me olviden.
Ha vivido en Inglaterra, en Alcalá de henares, ahora en Ramallosa (Vigo). ¿Dónde se vive mejor?
En Galicia, ¡sin duda! La calidad de vida es muy buena, la gente es muy acogedora, la comida es fantástica, el entorno es una maravilla… Es un sitio muy bueno para tener hijos y para hacer amigos.
¿Los gallegos no son muy suyos?
Cuando se dejan conocer, no. Cuando se convierten en amigos lo son para siempre y te abren la puerta de su casa, ¡hasta la cocina! Hemos hecho amistad con otros padres del colegio de mis hijos, en clases de tenis…
¿Juega al tenis?
Sí. De pequeña tenía asma y no hacía deporte. Pero, para que mi hijo mayor empezara a practicar ejercicio, me apunté a clases de tenis y me enganchó. No corro nada, el profesor me lanza la pelota a un metro de distancia, pero no lo hago mal (ríe). También he empezado a jugar al pádel. Me gusta y después te vas a tomar algo.
A disfrutar del tercer tiempo, ¿no?
Exactamente (ríe). También me gusta mucho el cine, sobre todo el americano. Me encanta Steven Spielberg. Ha hecho mucha variedad de películas, no es que sea cine de culto, pero es un director que sabe llegar al público. Es un cine para pasarlo bien. Ahora también me he aficionado a las series de Netflix.
Breaking Bad me parece fantástica.
Una buena manera de ganarse la vida para un científico…
Buena no sé, pero peculiar sí que es (ríe). Es muy curioso cómo empieza la trama y cómo, al final, todos se van volviendo malos.
Volviendo al ámbito académico, es la directora del Centro de Investigaciones Biomédicas de la Universidad de Vigo y lidera un equipo de investigación en el desarrollo de vacunas. ¿Qué opina del movimiento antivacunas?
Como presidenta de la Sociedad Española de Inmunología (SEI), últimamente he tenido que defender que está absolutamente demostrado que las vacunas son eficaces. No podemos quedarnos callados cuando surgen voces que plantean dudas, incluso desde el Parlamento Europeo. Resulta paradójico que tengamos que defender algo que es absolutamente incuestionable. Las vacunas son eficaces, lo han demostrado y todos nosotros estamos hoy aquí gracias a ellas.
Con sus hijos, Ricardo y Alberto, cuando eran pequeños. Ahora el mayor es ingeniero biomédico y el menor estudia Medicina.
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¿Por qué cree que surge el movimiento antivacunas?
Primero, porque se ha perdido el miedo a muchas enfermedades infecciosas, como el tétanos o la polio, que ya nadie conoce, pero siguen existiendo. Que otros niños estén vacunados protege a los hijos de padres antivacunas, pero si viajan o entran en contacto con personas de otros países pueden regresar determinadas patologías que ya ni recordábamos. Por otro lado, porque el desconocimiento de cómo se hace una vacuna. Las farmacéuticas no ganan mucho dinero con las vacunas y tiene que haber un compromiso público-privado para que las desarrollen.
Me da pena que los antivacunas estén poniendo en riesgo no solo a sus hijos, sino a toda la población. Algo que deben saber los padres es que, si no vacunan a los niños cuando son pequeños, cuando sean mayores su sistema inmunitario ya no va a responder igual. Hay que poner las vacunas cuando van a tener más eficacia. Por eso existe un calendario vacunal hecho de forma científica, no al azar. Desgraciadamente, el movimiento antivacunas está ahí y tenemos que buscar argumentos para convencerles de que tienen que hacer un bien a sus hijos y a la sociedad vacunando a sus niños.
¿Qué le diría a un antivacunas?
Que se deje asesorar. Puedo entender que un padre tenga dudas, pero debe dejarse asesorar por los profesionales, que son quienes van a velar por la salud de sus hijos. Los posibles efectos secundarios que tiene una vacuna son mínimos en comparación con las ventajas que ofrece desde el punto de vista social. No hay ninguna conspiración, ni de las empresas ni de las sociedades científicas, para nada.
¿Cree que las vacunas son el mayor avance de la Medicina?
Hay tres avances por los que realmente hoy estamos todos aquí: las mejoras en la higiene –como el tratamiento del agua y la recogida de los residuos–, los antibióticos y las vacunas, claramente.
¿Usted es anti algo?
Intento ser una persona tolerante y no me gusta imponer mis opiniones. Pero de ser anti algo, sería antiguerra. Creo que hay muchas cosas que se pueden hacer antes que declarar una guerra.
Siempre le ha interesado la innovación, ¿qué le hubiera gustado inventar?
El avión me parece una de las cosas más inteligentes que ha hecho el hombre, pero no soy tan tecnológica. Me movería más en el ámbito de la terapia génica… Sí, me hubiera gustado poder curar a mi hermana.
EN CORTO
Un libro favorito
Don Quijote de La Mancha, de Miguel de Cervantes.
Una película
La lista de Schindler, de Steven Spielberg.
Una canción
El Adagio de Albinoni cantado por Rosa López.
Una ciudad para vivir
Ramallosa.
Una ciudad para viajar
Roma.
Un objeto imprescindible
Papel y bolígrafo para anotar ideas.
Un personaje de su vida
César Milstein, mi mentor y premio Nobel de Medicina.
Un personaje histórico
Rosalind Franklin, una mujer a la que le robaron el Nobel.
Un equipo de fútbol
El Real Madrid.
Un lema vital
Perseverancia y optimismo.
¿Qué le hace feliz?
Mis hijos, mi marido, mi familia y mis amigos.
Puso en marcha su propia empresa.
Sí, Nanoimmunotech. Todo surgió de una idea, de algo que estábamos haciendo en el laboratorio y pensamos que no había nadie más que estuviera desarrollando algo así. Trabajamos en vacunas que modifiquen el sistema inmunitario ante las enfermedades autoinmunes, porque siempre hablamos de vacunas para infecciones, pero por qué no hacer una vacuna contra la esclerosis múltiple o la diabetes. También estamos diseñando una vacuna frente a la tuberculosis, en el marco de la iniciativa europea Horizonte 2020. Hay mucho margen de mejora en el campo de las vacunas tal y como las conocemos, como cambiar la vía de administración y que no haya que inyectarlas, sino inhalarlas o aplicarlas en la piel, por ejemplo. Es un ámbito que puede dar lugar a productos innovadores y que realmente mejoren la salud. La idea no es hacerme rica, sino que lo que desarrolle llegue a la sociedad.
¿Merece la pena emprender o se ha dado demasiado bombo a algo que es muy costoso y poco fructífero?
Montar una empresa no es tan difícil. Requiere 3.000 euros y mucho papeleo inicialmente. Lo complicado es mantenerla y crecer, conseguir el dinero para desarrollar el plan que quieres. Nuestra idea obtuvo el Premio Genoma España a mejor proyecto empresarial y dijimos: “¿Qué hacemos, nos repartimos los 30.000 euros o montamos la empresa?”. Y empezamos con ese dinero. Éramos cinco emprendedores y ahora ya somos una gran familia de 27 personas.
Fue finalista de los Premios europeos a las Mujeres Innovadoras, que concede la Comisión Europea, en 2017. ¿Cómo está la mujer en los ámbitos en los que trabaja?
Las mujeres tenemos muy buena base para ser grandes científicas porque somos perseverantes, constantes, detallistas y meticulosas. En el ámbito científico lo estamos haciendo muy bien, pero la situación falla en los estamentos superiores. Hay menos mujeres que hombres catedráticas, rectoras, directoras de centros de investigación… Nos cuesta llegar a los puestos más altos y esto no es algo que se pueda cambiar de la noche a la mañana. Afortunadamente, me educaron en que podía ser igual que cualquier otra persona. Da lo mismo si eres mujer u hombre, tienes que tener igualdad de oportunidades y luchar para conseguir tus sueños.
¿Es feminista?
Soy feminista en el sentido de que creo que todavía en la sociedad hay mucho machismo y, a veces, incluso entre las propias mujeres. Queda campo por recorrer, creo que la mujer debe tener más presencia, no ya solo por cuota, sino porque cuantas más figuras femeninas haya en puestos de responsabilidad, más se normalizará y dará igual si se es hombre o mujer. Esto lo tenemos que llevar a la escuela, a la prensa, a todos los ámbitos. Pero es un proceso que empieza en casa. Y si las mujeres estamos, a veces, en contra de nosotras mismas va a ser difícil conseguir una sociedad más igualitaria.
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