Pedro Quevedo (Caracas, 1956), a quienes algunos medios le pusieron el apodo de ‘Diputado 176’ durante la tramitación de los pasados
Presupuestos Generales del Estado, ha sido muchas más cosas además de diputado durante su extensa trayectoria. La primera de todas, médico. De la efervescencia prerrevolucionaria de sus años universitarios, pasando por los tiempos en los que compaginó el ejercicio de la medicina y la actividad colegial, hasta la época en la que decidió dedicarse plenamente a la política van cuatro décadas en las que
Quevedo ha sido, sobre todo, fiel a sí mismo. Este canarión nacido en Venezuela e hijo de vasca ha intentado mantener la mezcla adecuada entre ingredientes como reivindicación y pragmatismo; nacionalismo y pactismo; Gran Canarias y la Carrera de San Jerónimo; política y medicina…
¿Qué vino primero, la vocación por la política o la vocación médica?
Bueno pues realmente no lo sé decir. Si mi madre, que ya no está, dijese algo diría que las dos cosas a la vez.
Dicho de otra forma, ¿qué quería ser de pequeño?
Pues médico. No pasé por la fase de astronauta. Yo siempre decía médico, no sé por qué. Y parece ser que también era ya bastante protestón, así que parece que fue bastante simultáneo todo.
¿Cuándo empezó a militar? ¿Fue en sus años de Universidad de La Laguna?
No, no, antes. En Bilbao. A mí el País Vasco me influyó mucho. Mi madre era vasca y yo estudié COU y primero de Medicina en Bilbao. Aunque ya era una persona inquieta, vivir aquellos tiempos del tardofranquismo en un lugar donde se vivía con tanta intensidad me acabó de despertar las inquietudes políticas. Es curioso, pero yo siempre digo que me hice nacionalista canario en Euskadi. Allí capté la necesidad de que los pueblos que tienen elementos diferenciales los defiendan y se organicen en torno a ellos.
Pero la carrera de Medicina la hizo ya en Canarias, ¿no?
Hice COU en Bilbao con la intención de estudiar Medicina en la Universidad del País Vasco, en el Campus de Lejona [en la actualidad, Leioa], en la Facultad que se inauguraba entonces. Lo que pasó es que hubo un montón de líos que hicieron que yo pasase de ser un estudiante brillante a perder un curso.
¿Qué líos fueron esos?
Pues había una actividad política tremenda. Estoy hablando del año 74, y claro, esto para una persona inquieta y con ganas de conocer gente interesante era muy tentador. En COU conseguí mantener el tipo y tener muy buenas notas, pero el primer año de Medicina no fue uno de mis mejores momentos. Sin embargo, sí fue muy importante de cara orientar una de mis preocupaciones en el futuro que fue la política.
Pedro Quevedo atiende a LA REVISTA de Redacción Médica en su despacho del Congreso de los Diputados.
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Tengo entendido que su madre era del PNV, ¿no?
Mi madre era más del PNV que Sabino Arana. Además lo mantuvo siempre. Era una mujer inteligente, instruida y muy peleona. Me contaba sus experiencias con el
lehendakari Aguirre siendo yo un mico.
Sus padres se conocieron en el exilio.
En Caracas. Fueron por razones bien distintas y se conocieron allí. Allí nací y viví hasta los 3 años.
Volviendo a la Universidad, le preguntaba por La Laguna porque allí es donde empezamos a tener noticias suyas.
Sí. Allí hice el segundo ciclo de Medicina. Por aquel entonces, los tres primeros años lo hacíamos en Las Palmas y luego pasábamos a La Laguna para hacer cuarto y quinto y el rotatorio.
Como ‘canarión’, ¿cómo llevó usted el ‘pleito insular’ entre Gran Canaria y Tenerife?
Bueno, yo siempre he sido nacionalista, no insularista. Eso es muy importante. Además, La Laguna siempre fue pro-‘canariona’, no pro-‘chicharrera’. Las cosas que hace la proximidad y la competencia histórica de quién tenía la capital. Por desgracia, la concepción de la fuerza política que hoy controla el Gobierno de Canarias sigue teniendo elementos insularistas muy importantes. Aquello es lo que nos hizo romper con lo que era Coalición Canaria en su tiempo y constituir Nueva Canarias.
Al presidente de Nueva Canarias, Román Rodríguez, le conoce de esa época en la Facultad de La Laguna.
Claro. Nos conocimos en la Universidad La Laguna y además lo hicimos de la siguiente manera: uno levantaba el dedo para hablar y el otro iba detrás para decir lo contrario que el anterior. Me acuerdo mucho de las asambleas. Como se sabe, en aquel tiempo, entre la izquierda, era frecuente que cuanto más cerca estuvieras más te pelearas.
EN CORTO
Libro favorito: El Ruido Eterno, de Alex Ross
Película favorita: El Padrino, de Coppola.
Canción favorita: Ach Guañac, de Taburiente, un grupo que revolucionó la música folklórica en Canarias.
Ciudad para vivir: Las Palmas de Gran Canaria.
Ciudad para viajar: Londres.
Objeto imprescindible: Un libro.
Una persona importante de su vida: Damián Hernández, presidente del Colegio de Médicos de Las Palmas durante muchos años y que ya no está entre nosotros.
Personaje histórico: Winston Churchill y Karl Marx.
Lema vital: Lo importante en la vida es no hacer el ridículo
Equipo de fútbol: Unión Deportiva de Las Palmas
¿Qué le hace feliz?: Un día que empiece por ver las noticias, hacer deporte y tener la tarde para leer escuchando música a todo volumen sin que mi mujer se enfade.
Creo que eso no ha cambiado.
No, no ha cambiado mucho, por desgracia... (ríe).
¿Cuáles fueron sus primeras luchas?
En aquel momento había un fenómeno tremendo, el de los médicos en paro. Los primeros gobiernos socialistas cometieron un error gravísimo al interpretar los informes sobre oferta y demanda de médicos y provocaron una contracción en la formación de médicos. Había un montón de gente pasándolo fatal y constituimos organizaciones potentísimas de médicos en paro. La Organización Médica Colegial (OMC) aceptó crear un Grupo de Trabajo de médicos en paro y pudimos demostrar el gravísimo error y el daño tremendo que ese análisis hacía al Sistema. Después vino una gran fase de expansión para el Sistema Nacional de Salud (SNS), sobre todo con la Ley 14/86 General de Sanidad. La OMC en algunos lugares se volcó a favor de la dignificación del trabajo de los médicos porque había una peligrosa precarización. Hoy, al calor de la insuficiencia presupuestaria, se ha vuelto a producir ese fenómeno. Las cosas funcionan por ciclos.
Ahora se vive una situación que, salvando las distancias, puede ser parecida. Se dice que faltan médicos y que pronto van a faltar más. ¿Se soluciona con más facultades de Medicina?
Las decisiones que se toman sin previsión es muy difícil que sean correctas y aquí tenemos que decir que hay sociedades médicas que no han ayudado nada. Las consecuencias ahora son, por un lado un montón de gente en condiciones precarias y por otro lado una falta clarísima de análisis sobre el futuro y sus necesidades. Además estamos jubilando gente válida. Jubilar jefes de servicio a los 65 años del nivel de la mayoría de los que yo conozco es un lujo asiático que no nos deberíamos permitir. Si ponemos esto todo encima de la mesa vemos que vamos hacia una pérdida de calidad en el sistema muy importante.
Fue secretario del Colegio de Médicos de Las Palmas del 82 al 96. Como conocedor de las instituciones colegiales, ¿cree que han perdido algo de garra desde entonces?
Hombre, cuando llevas tanto tiempo fuera y dedicándote a la política con tanta intensidad tiendes a olvidar esa etapa. Pero sí creo que, en general, los colegios profesionales están poco presentes en la sociedad. Yo recuerdo largos debates sobre este asunto. En el Colegio de Las Palmas fuimos enormemente combativos con la reforma sanitaria en España. Pero fue la Organización de Médicos en Paro la que vino a montar las múltiples manifestaciones. Román Rodríguez era el presidente de la organización estatal de médicos en paro y yo era secretario general del Colegio de Médicos.
Cuesta ver en toda España la relación de confianza política tan duradera como la suya con Román Rodríguez. ¿Cuál es el secreto? ¿Algún consejo, para que tomen nota otros políticos?
Pues yo creo que es importante que se junten dos personas que, primero, tener claro que hay una relación de
primus inter pares. Si no, ¡malo! Y una vez entendido eso, cada cual juegue su papel. Además cuando hay diferencias importantes en el carácter, esto puede ser perfectamente complementario, pero depende del auto control de cada cual, de sus ambiciones y demás.
“Jubilar jefes de servicio a los 65 años, del nivel de alguno de los que yo conozco, es un lujo que quizá no nos debemos permitir”
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Fue médico durante dos épocas distintas: hasta el 2000, si no me fallan los cálculos, y luego por un breve periodo hacia 2004.
La segunda etapa fue solo de 2004 a 2005. No me dio tiempo a ejercer, me puse a hacer un reciclaje, pero en seguida entré en el Parlamento canario. En síntesis, no volví a ejercer desde el año 2000. Yo echo de menos la Medicina, pero extraño menos el ejercicio profesional, si quiere que le diga la verdad. Estuve en Atención Primaria por una cuestión de compromiso diría que incluso político. El modelo de Atención Primaria se degradó porque la salud no tiene precio, pero tiene coste. No se puede hacer nada a base de insuficiencia presupuestaria crónica. Cuando recuerdo mi ejercicio profesional me viene a la cabeza la brutal presión asistencial que teníamos encima. A eso le tengo menos cariño, pero todavía sigo leyendo Medicina.
¿Quién tiene la agenda más apretada? ¿Un médico de AP o un diputado?
Vamos a ver, un diputado dedicado, y sobre todo si eres uno solo en su grupo, tiene trabajo. Si te dedicas a ser un aprieta botones, trabajas poco, y si pretendes influir sobre las cosas, trabajas un montón, es normal. Además, la distancia pesa y cuando uno vuelve a casa no se va precisamente a la playa. El trabajo político de un diputado básicamente se desarrolla en su tierra, en su circunscripción. Además, soy el teniente alcalde del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria.
¿Qué lleva peor de Madrid un diputado insular?
Los que tenemos el mar cerca –y yo lo veo desde casa– no podemos evitar tener una sensación muy extraña de… ‘¿¡dónde está aquí el agua!?’
Hay un río por ahí...
Sí, ya lo he visto: el Manzanares. ¡Es impresionante!
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