Celso Arango (Palma de Mallorca, 1968) es uno de los psiquiatras más reconocidos de España. Acumula numerosos cargos y reconocimientos: es miembro del consejo del European Brain Council, presidente del Colegio Europeo de Psicofarmacología, presidente electo de la Sociedad Española de Psiquiatría y es catedrático por las Universidades de San Francisco, Maryland y el King’s College de Londres (de este último reconocimiento nos informa durante la entrevista). Y eso que ha soltado lastre tras dejar la dirección científica del Cibersam y la Comisión Nacional de la especialidad de Psiquiatría del Niño y del Adolescente una vez anulada la troncalidad (y, por consiguiente, la creación de la especialidad). La velocidad y la intensidad con la que habla solo es sinónimo de la pasión que muestra por la Psiquiatría, a pesar de los dramas que escucha cada día en su consulta y de los sinsabores que le produce la ideologización de la salud mental.
¿Qué se siente cuando muchos compañeros de profesión le califican como uno de los mejores psiquiatras del mundo?
(Ríe). Salió en la encuesta de Forbes, el mejor psiquiatra de España. Ahí hay muchos sesgos. ¿Que soy el psiquiatra español que tiene más cargos internacionales? Eso no significa ser el mejor psiquiatra. Si tengo una cartera de 300 personas con trastorno mental grave y los 300 van bien, probablemente seré mejor psiquiatra que el que tenga cinco cargos y haga medianamente bien cuatro o cinco de ellos. Una cosa es la visibilidad, y es verdad que yo tengo probablemente más visibilidad por estar en el European Brain Council, por tener tres cátedras –me acaban de nombrar catedrático del King's College de Londres, que tiene el Instituto de Psiquiatría más prestigioso a nivel europeo– pero eso no me hace mejor psiquiatra.
El psiquiatra, en un momento de la entrevista.
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Le iba a preguntar si había que pasar por Estados Unidos para ser el mejor psiquiatra, pero tendré que reformular la pregunta.
No, ni muchísimo menos. Tengo formación en España, en el Reino Unido y en EEUU. La atención a la salud mental que damos en Europa es infinitamente mejor que la que tienen en EEUU. Estuve trabajando allí casi cuatro años porque me da algo que no tengo aquí, el acceso a investigación puntera y bien dotada económicamente. A nivel asistencial, cuando voy allí me piden por favor que dé muchas sesiones clínicas porque les aporto más a ellos en la parte clínica; y ellos me aportan muchísimo más a mí en formación en metodología puntera de la investigación, en infraestructuras y, desde luego, en el presupuesto económico.
A qué se debe entonces esa diferencia, digamos cualitativa en la clínica, entre el psiquiatra español y el estadounidense. ¿Quizás un aspecto formativo?
El psiquiatra estadounidense gana cinco veces más en salario, aproximadamente. Se ha empobrecido enormemente en su atención porque él no hace lo que puede hacer cualquier otro profesional que salga más barato. Por lo tanto, ha perdido cosas como la psicoterapia. Y el psiquiatra muchas veces lo que hace es discutir con la compañía de seguros si un tratamiento lo cubre la póliza o no, y justificar por qué ese paciente necesita ocho días de ingreso en lugar de seis, que es una pérdida de eficiencia de recursos y de materia gris que podría dedicar mejor a hacer una psicoterapia.
Pero es un sistema muy coste-ineficiente, gasta muchísimo, se piden muchísimas pruebas y se hacen muchísimas cosas solo por el miedo a que te denuncien. En atención a la salud mental deja muchísimo que desear y está a años luz del sistema que tenemos en España o en otros países europeos.
Lo que sí le diría a cualquier persona que se dedique a la Medicina es que vaya al extranjero para ver otros sistemas. Una cosa que hacen muy bien los americanos y los ingleses es que, antes de entrar en Medicina, pasan un año fuera. Muchos se van a la India, a Sri Lanka, a África, etc. y allí hacen de médicos pero ayudando en organizaciones no gubernamentales. Ven cómo se hacen las cosas en otros países. A los residentes que yo veo con más talento mi recomendación cuando acaban la residencia es que se vayan un par de años fuera, con becas, hay muchas instituciones que las financian.
Además, si no me equivoco, usted fue uno de los primeros que disfrutó de una beca Erasmus.
Efectivamente. Yo creo que fue el primer año que hubo becas Erasmus en la Universidad de Oviedo, donde yo estudiaba, apliqué a una y el último año de Medicina lo hice en la Universidad de Manchester. Y allí aprendí muchísimo. El estudiante de quinto vive en el hospital: hay casas para los estudiantes dentro del campus, no tienen que pagar el alquiler. Yo no toqué ni un lápiz, ni un bolígrafo, era todo aprendizaje a través de la práctica. Mi examen de Obstreticia fue atender 20 partos, diez ayudando a la matrona y otros diez yo solo con la matrona pendiente de mí. Tengo todavía en casa un recorte de periódico de los padres agradeciendo al estudiante de Medicina Celso Arango por haber ayudado en el parto de su hijo.
Aficionado a correr, en la imagen participa en la media maratón de Lanzarote.
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Estudiante en Oviedo, pero sus orígenes son mallorquines.
Mi madre es gallega, mi padre era asturiano, en un momento de la vida deciden irse a Mallorca; yo nazco en Mallorca, donde todavía vive mi hermana y mi madre, y vivo allí hasta los 17 años. Como no había Facultad de Medicina, aplico a varios sitios. Mi interés era estudiar en Santiago de Compostela, donde había estudiado Medicina mi padre, pero puse varias opciones. Oviedo me contestó antes y además conseguí un colegio mayor, y cuando Santiago me dijo que estaba admitido ya lo tenía todo organizado en Asturias.
¿Qué especialidad tenía su padre?
Psiquiatría. Él era de los de la vieja escuela, fue discípulo de Gregorio Marañón y yo he acabado en el Hospital Gregorio Marañón, una coincidencia. Mi padre, entre otras cosas, era escritor y varios de sus libros están prologados por Gregorio Marañón.
Es una enorme responsabilidad estudiar Psiquiatría siguiendo ese legado.
La verdad es que me costó decidirlo. Yo fui alumno interno de Neurocirugía, con el profesor Izquierdo Rojo, que era una eminencia. Estuve dudando entre la Neurocirugía y la Psiquiatría pero vi un campo mayor en la Psiquiatría, un 'challenge', intentar aportar un poquito de claridad a la salud mental –en Neurocirugía era todo como más sistematizado y más claro– fue lo que al final me orientó hacia esta especialidad.
Es un terreno en el que muchas veces las ideas parecen imponerse a la evidencia de los datos.
Yo estoy luchando contra eso. Desde la Presidencia futura de Sociedad Española de Psiquiatría, la actual del Colegio Europeo de Psicofarmacología, no pierdo la oportunidad, como estoy haciendo ahora hablando contigo, de decir en público que uno de los grandes males que tiene nuestra especialidad es que en ocasiones estamos alejados de parámetros objetivos de coste-eficiencia, y eso es algo que nos hace muchísimo daño y se vuelve en contra nuestra.
Dentro de un Sistema Nacional de Salud no podemos correr con los gastos que supone aplicar terapias que no están basadas en datos y que no están basadas en coste-eficiencia. Es como si uno tiene un infarto de miocardio y el tratamiento que le dan es distinto en función de las creencias que tenga el cardiólogo que le ha tocado. El que a mí me guste más la psicoterapia cognitivo-conductual o la psicoterapia dinámica, eso me lo guardo para mí, pero lo que yo tengo que dar a la persona que entra en mi consulta es la terapia más adecuada para lo que le pasa a él, no para lo que más me interesa a mí.
"Los psiquiatras no hemos sido capaces de distinguir lo que es técnico de los intereses propios"
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En estos temas incluso se llega a mezclar la política. Hay sectores más de derechas o más de izquierdas que son más proclives a utilizar fármacos o un tipo de psicoterapia. No hemos sido capaces –y esto está en el ‘debe’ de los profesionales de la salud mental– de distinguir lo que es técnico de los intereses propios, las creencias, con lo cual el que sale perjudicado es el paciente. Tenemos que ser capaces de unificar los tratamientos que provee en su cartera de servicios el Sistema Nacional de Salud en base a criterios objetivos de coste-efectividad.
Hace poco dejó la dirección científica de Cibersam, me gustaría que comentara la labor del centro por la Psiquiatría en España.
Cibersam se crea en el año 2008. Yo he tenido la suerte y el privilegio de poder ser el director científico desde su creación hasta diciembre de 2016, creo que demasiado tiempo: intenté dejarlo antes y no me lo permitieron. El Cibersam es un buen ejemplo de dos cosas. Una, de cómo hasta recientemente la salud mental y la Psiquiatría no han sido consideradas como otras áreas de la Medicina. En el 2007 se crean los Ciber, se crean siete. Vienen definidos como Centros de Investigación traslacional de excelencia en áreas de la Medicina que son de gran prevalencia y estratégicas para el Sistema Nacional de Salud. Me tocó ir al ministerio con datos de un instituto nada sospechoso, el RAND, que demostraba que por cada 100 libras que se invierte en investigación en salud mental se obtiene un retorno de 124, y por cada 100 libras que se invierte en cardiovascular se obtiene un retorno de 126, que es prácticamente el mismo.
Fuimos capaces de convencer al Ministerio de Sanidad y en el año 2008 apareció el Cibersam. Hace 15 años, si uno cogía una revista de primer nivel como JAMA, Nature, Science, etc., u otras propias de la Psiquiatría, era muy raro ver un artículo de algún grupo español. En 2017 es muy raro ver algún número de alguna revista que no tenga algún artículo de un grupo español: la productividad de los grupos españoles en investigación y en artículos (en patentes estamos todavía algo peor) ahora es enorme. Antes había un grupo y ahora en el Cibersam son 25.
EN CORTO
Un libro: La Regenta, de Leopoldo Alas 'Clarín'
Una película: Mystic River, de Clint Eastwood
Una canción: La flor de la canela, de Chabuca Granda
Una ciudad para vivir: Madrid o Barcelona (antes de jubilarme)
Una ciudad para viajar: París
Un objeto imprescindible: El último artículo en Nature de neurodesarrollo
Un personaje de su vida: Persona más bien: mi padre
Un personaje histórico: Napoleón
Un equipo de fútbol: Atlético de Madrid
Un lema: Sin esfuerzo no hay recompensa
Qué le hace feliz: Ver a un niño reír
Ha sido más que nada una labor de consenso, que los grupos perdieran ese proteccionismo, esa desconfianza de no quiero juntar mis datos con los de otros. En la última evaluación de los Ciber, el Cibersam, que el primer año no estaba, ha sido el mejor valorado por el Instituto Carlos III. Hay un ambiente colaborativo donde todos juntan sus muestras, sus pacientes, etc., y publicamos estudios potentes porque tienen una muestra muy amplia. No podemos quedarnos con estudios de 50, 100, 200 personas. Para hacer estudios de genética tenemos que tener estudios de 20, 30 mil personas y para eso tenemos que unirnos a los consorcios internacionales.
Las patologías psiquiátricas encuentran una sombra de duda en mucha gente, que acusa a las farmacéuticas de inventarlas, caso del TDAH; o de medicalizarlas, como la depresión. ¿Cómo ve eso un psiquiatra reputado como usted?
Que haya profesionales que tengan un umbral, y otros que tengan otro, para dar un fármaco estimulante para el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) o para la depresión hace ver que no tenemos criterios claros.
El TDAH existe, el que diga que no existe es porque no ve niños que son incapaces de prestar atención, lo pasan fatal y tienen pobre rendimiento académico, y cuando reciben el tratamiento adecuado mejora su calidad de vida, están contentísimos y las cosas les van muchísimo mejor. Ahora, ¿hay que darle estimulantes a un 10 por ciento de los niños de la población, como sucede en Estados Unidos? ¡Es una barbaridad! No se puede psiquiatrizar o medicalizar los problemas que suponen que un niño esté seis horas sentado.
Los profesionales necesitamos saber cuál es el tamaño del efecto del fármaco. ¿Qué nos dicen los ensayos clínicos y las agencias reguladoras? Esos parámetros son objetivos. Si el del laboratorio me invita a comer si yo prescribo más y le doy antidepresivos a niños que no lo necesitan, lo estaré haciendo mal. Si dejo de darlos solo porque mi creencia es que no hay que dar psicofármacos a los niños, pues dejo mi puesto en el sistema público y me voy a la privada, porque estoy privando a niños de tratamientos eficaces.
Usted es muy crítico con su profesión.
Tenemos que ser enormemente autocríticos. Muchas veces nos quejamos de que somos la Cenicienta y en parte lo tenemos ganado porque nos hemos intentado diferenciar del resto de la Medicina. ¿Que es muy importante lo psicosocial? Y en la Cardiología también. ¿Cuál es el mejor predictor de que alguien que tenga un infarto de miocardio sobreviva o no? Que esté deprimido o no.
Lo psicosocial es muy importante para nosotros y para el resto de la Medicina. Y no tiene sentido que, ahora como está organizado el sistema de salud, los neurólogos, los oncólogos y los cardiólogos de los distritos dependan del Servicio y estén unificados, y los de salud mental de los ambulatorios y no estén integrados dentro del Servicio. La salud mental afortunadamente está mucho mejor que estamos hace 40-50 años, cuando estábamos alojados en los manicomios y al margen de toda la Medicina. Ahora estamos en hospitales generales, estamos dentro de la cartera de servicios de Sistema Nacional de Salud pero todavía queda mucho por hacer. Y el avance no se produce de forma más rápida, en parte, debido a nosotros.
¿Hay prejuicios políticos a la hora de tratar la salud mental?
"La salud mental está ahora mucho mejor que hace 50 años, cuando estábamos alojados en manicomios"
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Si a mí me preguntan cuál es el problema que más me preocupa de la sanidad española, mi problema número uno es la politización, y eso no es exclusivo de la salud mental. ¿En qué país de Europa los gerentes de los hospitales son cargos políticos? En España y en Grecia, con la diferencia de que en España no solo lo es el gerente, también el director médico, la directora de Enfermería, el director de Recursos Institucionales…
Si le preguntamos a alguien que trabaje en el Sistema Judicial seguramente diga lo mismo: el poco papel que tienen los técnicos es algo endémico a nivel español. Que no haya un acuerdo marco en Sanidad, en Educación, que cada Gobierno intente cambiarnos los planes de Educación cada cuatro años y no tengamos claro que hay cinco o seis cosas muy claritas, que esas son técnicas y que sabemos lo que funciona y lo que no funciona... Esa politización está haciendo muchísimo daño. Es la misma en Psiquiatría, en salud mental, que en el resto de la Medicina.
Y esa politización la vivió en propias carnes con el asunto de la troncalidad.
La troncalidad ha generado malestar en algunos profesionales: unos, que no han visto reconocida una especialidad que querían; otros, en especialistas que les hubiese gustado estar en otro tronco; y tercero, en especialistas que les hubiese gustado que la parte que les quitaban de formación específica y se la daban en formación general se la compensaran prolongando las residencias.
Pero eso no es un debate político, yo soy incapaz de saber si los de un partido político u otro están a favor de la troncalidad. El tema de la troncalidad ha generado muchos roces y ha generado insatisfacciones, pero son independientes de la política. La troncalidad parte de una pregunta muy sencilla: ¿Vamos a hacer mejores médicos si les damos una parte general de inicio y luego los especializamos, o vamos a hacer mejores médicos si tenemos súper especialistas desde el principio? Esa es la pregunta general de la troncalidad.
Arango recibió a La Revista de Redacción Médica en su despacho del Hospital Gregorio Marañón.
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No sé si al llegar a casa tiene que hacer un esfuerzo para no seguir siendo el psiquiatra del niño y del adolescente con sus propios hijos.
Sí, aquí no hay súper hombres, tenemos que ser capaces de distanciarnos. Lo que nosotros vemos en la consulta, en el día a día, niños violados por sus padres, niños que se arrancan los ojos y se quedan ciegos, intentos de suicidios dramáticos, el chico que viene de Marruecos en un camión donde entran cinco y solo sale uno vivo, y tiene que estar con los otros varios días… El nivel de gravedad, basura humana, cosas que uno no puede ni decirlas, a lo que se ven sometidas las personas tiene que producir un enorme dolor y hay que ser capaz de empatizar y de compartirlo con el que lo está narrando.
Pero si nosotros nos llevamos eso a casa, al día siguiente no vamos a poder trabajar bien y no vamos a poder ayudar a los siguientes que nos van a venir con sus penurias, sus tristezas y sus traumas. Tenemos que ser capaces de pasar página. Dicho eso, es cierto que una de las profesiones que más tasa de suicidios tiene es la médica y que, dentro de los médicos, los psiquiatras son los que más se suicidan. Hay que estar preparado para ser capaz de no distanciarte fríamente en plan psicopático pero sí que no te afecte en tu trabajo, que al siguiente paciente que venga por la puerta le atiendas exactamente igual.
¿Y tiene alguna técnica especial para poder desconectar?
Me gusta correr, aunque ando ahora con una condromalacia de grado 4 y tengo una rodilla fatal, entonces estoy pasándome a la natación, que es aburridísimo. Pero sí, para mí el ejercicio es algo fundamental para desconectar.
¿Cuál es su marca personal corriendo?
Uy, muy malo, soy un auténtico aficionado. Los 10 km, 44 minutos. La media maratón la he hecho en una hora 40 minutos, y la maratón en tres horas 45 minutos. O sea, llego a la meta (ríe). De la mitad hacia adelante: si corren 10.000 yo llego el 4.000.
Es socio del Atlético de Madrid no sé si por su profesión, si se encuentra mucha ansiedad y depresión entre sus compañeros...
(Ríe) ¡No! Lo del Atleti tiene que ver con mi conceptualización del sacrificio. El Atlético de Madrid es un equipo al que no se le regala nada y al que la adversidad le hace crecer. Cuando voy al campo veo que la gente anima más cuando perdemos que cuando ganamos. En toda la historia del Atlético de Madrid, el año en que hubo más nuevos socios fue el año en que se bajó a Segunda División. Hay clubes que si bajan a Segunda División la gente deja de ir, insulta y grita a los jugadores.
¿Qué sintió la última vez que pisó el Calderón?
Muchísima pena. Fui al último partido, era contra el Athletic de Bilbao, con mi hijo, y sentí mucha pena porque pensé en él, cuando sea mayor y vaya con su hijo y le diga lo que dice esa canción de Joaquín Sabina: “El Metropolitano, donde lloraba mi abuelo con mi papá de la mano”. De cuando el abuelo de Joaquín Sabina llevaba a su padre al Metropolitano, y seguro que dentro de 50 años, cuando yo ya no exista, seguro que mi hijo le contará al suyo cuándo le llevé por última vez al Vicente Calderón.
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