Euskadi cuenta ya con 1.466 desfibriladores automáticos instalados, cuando va a cumplirse, el próximo 27 de enero, dos años desde la aprobación por parte del Gobierno Vasco, propuesta del Departamento de Salud, del Decreto, por el que se regula su instalación y uso y que establece la obligatoriedad de su instalación en espacios públicos concurridos.
En estos dos años, prácticamente se ha triplicado el número de desfibriladores instalados en Euskadi. Así, si en enero de 2015, Euskadi contaba con 550 desfibriladores censados, hoy en día contamos con 916 desfibriladores más registrados, (en total 240 en Araba, 834 en Bizkaia y 392 en Gipuzkoa).
Asímismo, en 2016, 33 desfibriladores automáticos, ajenos a la red de soporte vital básico (SVB), fueron usados por personal no sanitario, mientras que en 2015 se usaron en 11 ocasiones.
"Resultados excelentes"
El consejero de Salud, Jon Darpón, valora los resultados de la aplicación del decreto de excelentes y se ha mostrado muy satisfecho porque "se han cumplido los objetivos de disponibilidad y concienciación y se van a poder salvar mayor número de vidas". El consejero de Salud ha destacado que "el Decreto ha permitido que Euskadi cuente con un número muy elevado de desfibriladores, y no sólo en los lugares donde se establece la obligatoriedad sino que también los han instalado centros de forma voluntaria, que pueden salvar vidas ya que el 80 por ciento de las paradas cardiacas se producen fuera del hospital".
Precisamente, promover el uso de desfibriladores fuera del ámbito sanitario para salvar vidas es el principal objetivo del decreto de 2015 que surgió de la concienciación social ante el problema de la muerte súbita y de la determinación y el interés del Gobierno Vasco por este problema de salud, que, con los criterios establecidos en la normativa vasca, hace que Euskadi sea una de las CCAA con mayor número de desfibriladores y se sitúe entre las que más ha aumentado su número.
De este modo, Euskadi cuenta con desfibriladores instalados en grandes establecimientos públicos y comerciales, aeropuertos, estaciones de autobuses, trenes y metro, instalaciones deportivas y de espectáculos y centros educativos, entre otros, que pueden ser utilizados por personal ajeno a la profesión sanitaria lo que ayudará a aumentar las expectativas de supervivencia de una persona, en caso de parada cardiorrespiratoria, mientras llegan los servicios de emergencias.
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