Investigadoras del
Hospital Gregorio Marañón han publicado un estudio en el que se demuestra que ya desde el embarazo el
cerebro de la madre experimenta cambios anatómicos que pueden persistir hasta los seis años desde el parto, similares a los que ocurren durante la adolescencia. El trabajo publicado en la prestigiosa revista
Nature Neuroscience demuestra así
modificaciones anatómicas en la embarazada que afectan a la red encargada de la atención y la conocida 'Red por Defecto', que se activa cuando el cerebro está en reposo, y ha descubierto también que el
tipo de parto también produce cambios en la anatomía del cerebro de las madres.
En este sentido, esta línea de investigación ha determinado que la gestación, parto y posparto son procesos que, pese a que ocurren de forma conjunta, conllevan
cambios hormonales, inmunológicos y ambientales muy diferentes. El conocimiento de estos
mecanismos de neuroplasticidad pueden ayudar prevenir y tratar
patologías perinatales en las madres, como la depresión posparto.
En el estudio se reflejan los resultados de un trabajo en el que se ha comparado el cerebro de 110 mujeres en el tercer trimestre de su primer embarazo con el de mujeres que nunca habían estado embarazadas, constatando que el
cerebro de las futuras madres ya era anatómicamente muy diferente antes de que naciera el bebé.
El hospital ya publicó un estudio similar hace un lustro
Esta línea de investigación se deriva de un primer estudio científico sobre el tema que se publicó hace seis años y en el que investigadoras del Marañón demostraron que la
anatomía del cerebro de las madres a los tres meses posparto es diferente de la que tenía antes de quedarse embarazada por primera vez. En concreto, se constataron
cambios en una red cerebral implicada en la percepción del yo y la cognición social, la famosa 'Red por Defecto', y se determinó que cuanto más cambiaba el cerebro, mejor era el vínculo entre la madre y el hijo.
Una línea de trabajo que ha profundizado en el estudio del cerebro maternal demostrando que
los cambios persisten, al menos, hasta los seis años posparto, y son anatómicamente similares a los que ocurren durante la adolescencia, reforzando la idea de matrescencia. El actual estudio ha corrido a cargo de las científicas
Susana Carmona,
María Paternina-Die y
Magdalena Martínez, del área de
investigación Neuromaternal del Hospital Gregorio Marañón.
Algunas modificaciones cerebrales revierten
En este trabajo también se volvió a evaluar a las 110 participantes al primer mes tras el parto y se observó que, a medida que avanza el posparto,
algunos de los cambios cerebrales producidos por la gestación revierten mientras que otros no. En un comunicado, a modo de ejemplo, las investigadoras indican que aquellos que afectan a las
redes cerebrales encargadas de la atención tienden a volver al estado preembarazo rápidamente tras el parto, pero los que afectan a la 'Red por Defecto' no, esos parecen persistir. Por tanto, es posible que el
primer embarazo modifique de por vida las regiones cerebrales implicadas en la percepción del yo.
Este trabajo también ha analizado
variantes como el tipo de parto. En este estudio, un 79 por ciento de las mujeres embarazadas dieron a luz por
parto vaginal, un 11 por ciento mediante
cesárea de emergencia y un 10 por ciento mediante
cesárea programada. En el estudio se observó que los cambios que suceden entre el tercer trimestre de embarazo y el primer mes de posparto son diferentes en función del
tipo de parto.
Así, las mujeres que tuvieron una cesárea programada mostraban unos cambios cerebrales diferentes a los observados en mujeres que tuvieron un parto vaginal o una cesárea de emergencia tras trabajo de parto. Esto sugiere que el trabajo de parto, independientemente de si este acaba en cesárea o parto vaginal,
influye en la neuroplasticidad materna, aunque está por determinar el alcance y sentido de estos cambios.
Afectación neuropsicológica de la embarazada
En el
aspecto neuropsicológico también se ha constatado que cuanta más
ansiedad tiene la madre durante el embarazo, peor es la experiencia de parto, que una peor experiencia de parto se asocia con mayor estrés durante el posparto, y este a su vez, se asocia a más
síntomas de depresión y peor vínculo con el bebé.
En este sentido, se ha determinado que tanto el embarazo, parto y posparto son procesos que, pese a que suelen ocurrir de forma conjunta, conllevan cambios hormonales, inmunológicos y ambientales muy diferentes. Así, se ha permitido identificar que estos tres procesos también se caracterizan por
mecanismos de neuroplasticidad diferentes, y que es necesario evaluar cómo cada uno de ellos esculpe de forma diferencial el cerebro materno.
Sin este conocimiento previo, indica el centro hospitalario, no se podrá construir
modelos sólidos que ayuden a predecir, prevenir y tratar patologías perinatales como la depresión posparto, un trastorno que afecta a casi una de cada cinco mujeres.
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