Uno de los factores ambientales que provoca más problemas de salud es la
contaminación acústica que, según la
Agencia Europea del Medio Ambiente, puede llegar a causar 16.600 muertes prematuras y más de 72.000 hospitalizaciones al año. Su causa no es otra que el ruido -más concretamente, a un nivel superior a los 60 decibelios (dB)-, una sensación auditiva inarticulada y molesta que celebra hoy una onomástica tan importante como, a menudo, desconocida: el Día Internacional de la Concienciación sobre el Ruido, este año bajo el lema “Para oír de por vida, ¡escucha con cuidado!”.
Pero ¿qué diferencia a este ruidoso enemigo que afecta de forma silenciosa a nuestra salud del inocuo sonido? “Frente las vibraciones regulares, entonación definida, notas musicales y sensación agradable al oído que genera el sonido; el ruido se define por sus
vibraciones irregulares, una entonación indefinida, no tiene notas musicales y, sobre todo, provoca una sensación desagradable al oído, provocando contaminación acústica que, a su vez, produce graves consecuencias en la salud de las personas”, explica
Sandra Salinas, audióloga del Servicio de Otorrinolaringología de la Fundación Jiménez Díaz.
De hecho, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), hay estudios que correlacionan el
ruido con
cambios fisiológicos en el sueño, presión arterial y digestión, e incluso con un impacto negativo en el desarrollo del feto. Concretamente, en la población pediátrica, a partir de los 55 dB se pueden empezar a observar alteraciones en la capacidad cognitiva que afectan al rendimiento escolar y a la concentración y memoria, y en los jóvenes puede producir pérdida prematura de audición. Asimismo, y aunque no esté a niveles peligrosos para la audición, puede ser una importante fuente de
molestia y
tensión.
España es el segundo país más ruidoso del mundo
El análisis del ruido aplicado a nuestra área de interés deja, además, datos tan relevantes como que el 20 por ciento de la población europea vive en zonas en las que los niveles de ruido se consideran
perjudiciales para la salud y que, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), nuestro país es
el segundo más ruidoso del mundo -solo por detrás de Japón- y el primero de Europa. Más concretamente, Madrid y Barcelona son las dos ciudades europeas que más contaminación acústica presentan.
La buena noticia, apunta Salinas, es que la contaminación acústica y la pérdida de audición puede, en gran parte,
prevenirse siguiendo algunos consejos y medidas de protección para nuestros oídos, como “mantener el volumen bajo en los dispositivos de audio personales, no usando reproductores de música a más del 60 por ciento de su volumen máximo ni más de una hora el día; utilizar auriculares o cascos bien ajustados y, a ser posible, con cancelación de ruido; y alejarse de la fuente de ruido cuando un sonido sea demasiado fuerte”.
Recomendaciones básicas de salud auditiva
Asimismo, “reducir el número de aparatos ruidosos encendidos y a la vez, limitar el tiempo de exposición y utilizar protectores auditivos en situaciones donde se esté expuesto a ruido intenso (eventos multitudinarios, especialmente en espacios cerrados), como tapones u orejeras especiales cuando el ruido supera los 85 dB” son otras
recomendaciones básicas de salud auditiva para la audióloga del hospital madrileño.
Y es que “el riesgo se intensifica porque la mayoría de los dispositivos de audio, lugares y eventos de entretenimiento no ofrecen opciones de escucha seguras, lo que contribuye al riesgo de pérdida de audición”, afirma Salinas, recordando las
normas de la OMS para la
escucha segura en lugares expuestos a altos niveles de ruido: “realizar un seguimiento y registro constante de los niveles sonoros con equipos calibrados por personal designado a tal efecto; optimizar la acústica y los sistemas de sonido de la sala para garantizar una calidad de sonido agradable y una escucha segura; entregar al público protección auditiva personal, junto con instrucciones de uso; facilitar acceso a zonas silenciosas para que los oídos descansen y disminuir el riesgo de daño auditivo; y formar e informar a los trabajadores”.
En definitiva, se trata de instaurar
hábitos que nos ayuden a
cuidar nuestra salud auditiva, evitar la contaminación acústica y reducir el riesgo de pérdida de audición derivada de ella. Y, por supuesto, “sin olvidar nunca efectuar con regularidad reconocimientos de la audición”, concluye Salinas.
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