Montserrat Candini (Barcelona, 1957) es
portavoz en la Comisión de Salud en el Parlamento catalán y miembro del grupo parlamentario Junts pel Sí. Alcaldesa además de Calella, entre 2008 y 2015 fue senadora por la extinta Convergència i Unió. Militante del
Partido Demócrata Europeo Catalán, integrado en la citada plataforma electoral que gobierna Cataluña, charla con Redacción Médica sobre el presente sanitario y político de una región que ha puesto la cuenta atrás para un futurible referéndum de independencia.
¿Cómo gestionan las diferentes sensibilidades sanitarias de Junts pel Sí?, ¿convive bien con la palabra “privatización”?
La privatización de la sanidad catalana no es real, es un relato instalado en el discurso que no me gusta nada. El principio de la ley de salud habla de universalidad, equidad… Es decir, que no se habla tanto de la titularidad como de la asistencia al paciente, que es lo que importa. Las ideologías muy rígidas no garantizan esto.
¿Cómo valora la actuación del consejero, Antoni Comín?
Tiene una gran trayectoria política pero su área de influencia vine más marcada por contentar a la izquierda que al paciente.
¿Cuál es su opinión respecto al fin de los conciertos sanitarios?
Tendremos que valorarlo en el tiempo; saber si este proceso se justifica demostrando que es más eficiente.
¿No deberían haber hecho una auditoría previa, tanto de centros públicos como concertados?
Sí, se debería haber hecho. En cualquier toma de decisión hay que tener información transparente. Además, nunca es bueno incorporar la ideología a estos análisis.
Las discrepancias en torno a política sanitaria dentro de JxSí son evidentes…
Nuestro objetivo es el proceso hacia la independencia, lo que no significa que tengamos que renunciar a nuestros diferentes puntos de vista. La línea roja, en todo caso, es el programa electoral, donde no pone por ningún lado que tuviéramos que renunciar a nuestro modelo sanitario.
¿Ese camino hacia la independencia, sustentando en una plataforma con divergencias sobre la sanidad, no puede dañar al sector?
No lo creo. De hecho, cada vez somos más corporativistas en este sentido; tenemos claro que el modelo actual tiene que prevaler al 99 por ciento.
¿Les ha costado convencer de ello a Comín?
No se trata de convencer, se trata de debatir. Por mi parte, he de reconocer que él me ha escuchado siempre.
¿La independencia les va a solucionar los problemas en servicios como la sanidad?
Nos dará salida a muchas cosas. Hay que tener en cuenta que en los últimos 28 años el Estado español ha sustraído 800.000 millones de euros de los que no hemos visto el retorno respecto a nuestra capacidad generadora. Queremos una mayor capacidad de inversión.
¿No cree que la independencia y, por tanto, una posible expulsión de Europa les complicarían mucho las cosas?
Europa es muy frágil en este sentido y su futuro es acoger a territorios con vocación europeísta como el nuestro.
¿Tampoco temen las acciones que pueda tomar el Gobierno central si plantean un referéndum unilateral, como retirarles las competencias autonómicas?
Les estamos planteando pactar la fecha y la pregunta del referéndum; esperamos que no digan siempre que no.
Pues todo apunta a que es lo que va a pasar.
En política, el diálogo es lo último que se debe perder. No olvidemos que Josep Tarradellas regresó a España con los Fueros franquistas. ¿Por qué? Porque hubo política.
¿Qué tal se siente dependiendo de la CUP para gobernar?
Reconozco que, en determinados momentos, no me siento cómoda porque son muy rígidos ideológicamente, pero me quedo con que son una formación cien por cien democrática.
Bueno, en 2015 celebraron una Asamblea para decidir la investidura de Artur Mas y, sorprendentemente, hubo un empate técnico a 1.515 votos entre las dos posturas. La probabilidad de que eso ocurriera era del 0,00033 por ciento.
Si me manifestara sobre eso estaría prejuzgando, además yo no estuve ahí. Aunque hay casualidades que ocurren...
¿Qué partidos del Parlament no son cien por cien democráticos?
Ciudadanos y el Partido Popular hacen de la Constitución una ideología, comportándose como si estuviéramos a mediados del siglo XX. La democracia del siglo XXI no debe marcar márgenes tan estrictos.
En una reciente entrevista a la diputada Assumpta Escarp, decía que el sistema catalán de salud era la estructura de Estado más fuerte que tenía Cataluña, y que se lo estaban cargando. ¿Cómo lo ve usted?
Es cierto que es una de las estructuras más sólidas, sí, y un importante bastión para la independencia. Para nosotros, lo más importante es la opinión de los profesionales, que han sufrido mucho no solo los ajustes sino el déficit fiscal. Por ello, nuestra prioridad es recompensarles salarialmente y con las infraestructuras apropiadas.
David Elvira, director del CatSalut, dijo recientemente que no había dinero para subirles los salarios. ¿Una Cataluña independiente lo lograría?
Las cosas no se pueden hacer de un día para otro pero, evidentemente, el proceso sería más ágil.
Por cierto, ¿qué tal es el ambiente de la Comisión de Salud con una política tan chispeante y con tantos grupos?
Es tranquilo porque nos esforzamos en que así sea, pero me suelo llevar grandes decepciones. Por ejemplo, cuando en pleno debate de política general los grupos de la oposición nos hicieron propuestas por valor de 3.500 millones de euros, como si no conocieran los condicionantes económicos que tenemos.
¿Qué espera de lo que resta de legislatura?
Que se haga una auditoría de los costes reales tanto de la sanidad pública como de la privada. De hecho, es un informe que me consta que se está haciendo. Y tampoco estaría mal poder dar a los hospitales públicos la financiación que merecen, sacarles de esas estrecheces económicas.
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