Un grupo de investigadores del
Hospital de Valdecilla, en Cantabria, ha encontrado un punto débil en el tumor cerebral más frecuente y agresivo que existe. El
glioblastoma es resistente a la radioterapia y a la quimioterapia, y ni siquiera la cirugía puede acabar con él con garantías. Pero ahora, tras casi cuatro años de trabajo, un equipo coordinado por
José Luis Fernández Luna, jefe de la Unidad de Genética Molecular del hospital, ha encontrado el mecanismo que puede destruir el tumor.
Según
publica El Diario Montañés, estos profesionales han descubierto la
proteína implicada en la extensión este tipo de cáncer, por lo que ya se sabe por dónde hay que atacarlo para frenar su avance.
"Hemos hallado la diana, ahora hay que buscar los dardos", explica Fernández Luna. Los experimentos en ratones parecen prometedores. “Reproducimos el tumor del paciente y aplicamos estrategias genéticas y químicas para bloquear esta proteína. El resultado es que si la inhibimos
el tumor es menos agresivo”, detalla el especialista.
Identificada una nueva proteína
El trabajo de este equipo se ha extendido a lo largo de más de tres años y con él han colaborado investigadores del IBBTEC, la Universidad de Cantabria, CIMA de Navarra, Centro de Investigación del Cáncer de Salamanca y del Kings College de Londres. Fruto de este trabajo conjunto,
se ha identificado una nueva proteína -denominada ODZ1-, ligada al cáncer.
“Sabíamos que
esta proteína estaba implicada en el desarrollo del sistema nervioso central embrionario, pero no se había asociado a un tumor hasta ahora. En las células normales, en adultos, prácticamente no está presente. Sin embargo, hemos visto que en el glioblastoma esta proteína se expresa en las células tumorales y está aumentada, lo que desencadena una serie de procesos celulares que conducen a que tengan una mayor capacidad de migrar e invadir el tejido cerebral circundante”, explica el coordinador del equipo.
No obstante, este genetista recuerda que el descubrimiento de la diana terapéutica no implica que sea inminente la cura para esta enfermedad que, solo en Cantabria, afecta a unas 40 personas al año. “Es un primer paso, que nunca se había dado, y tenemos esperanza de que cambie el rumbo de esta enfermedad, aunque
los resultados de laboratorio pueden tardar años en llegar a la práctica clínica”, explica.
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